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Crítica:MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De Montreal a Colorado

Si la Sinfónica de Montreal mantuvo en su segunda actuación el espléndido nivel de la primera, su director, Charles Dutoit, nos dio lo mejor de sí en una Petruchka (versión 1911, que Stravinski revisó notablemente en 1947) de altísima categoría. El hombre avezado al más exigente mundo del ballet hizo de la genial obra stravinskiana un prodigio de realización a partir de una puntual fidelidad a lo escrito y sin olvidar ni un momento que Petruchka no es un poema ni una narración descriptiva, sino una invención coreográfica. La fantasía del compositor, su inteligencia para superponer elementos diversos, su capacidad para animar la orquesta convirtiéndola en un mundo vital y colorista, tuvo eco magnífico en el trabajo de Dutoit y en la respuesta increíble de todos los instrumentistas canadienses.Un joven y muy galardonado pianista del país -Marc-André Hamelin- protagonizo la Rapsodia-Paganini, de Rachmaninoff, con belleza sonora, gran virtuosismo y no escasa imaginación. Antes, Dutoit dirigió Boreal, de François Morel (Montreal, 1926), uno de los nombres claves en la composición canadiense. La versatilidad de formas y conceptos es grande en Morel, quien en Boreal revela cierta influencia de Varèse, con el que trabajó en los años cincuenta, aunque sin renunciar nunca a un connatural lirismo evidente incluso en los pasajes de: mayor violencia sonora.

Orquesta Sinfónica de Montreal

Director: Ch. Dutoit. Pianista: M. A. Hamelin. Obras de Berlioz, Morel Rachmaninoff y, Stravinski. Teatro Real, 5 de noviembre, noche.Cuarteto de Colorado Obras de Beethoven. Palacio Real, Sala de las Columnas. Madrid, 5 de noviembre, tarde.

Con una rutilante exposición del Carnaval romano, de Berlioz, y un bis tamaño gigante, que esta vez fue La Valse, de Ravel, la Sinfónica de Montreal y su maestro titular se despidieron de nuestro público en clima absolutamente triunfal.

Por la tarde, en la Sala de las Columnas del Palacio Real, el Cuarteto Colorado (Estados Unidos) nos hizo vivir una tarde grande de música. Forman la agrupación, totalmente femenina, la violinista de Los Ángeles Julie Rossenfeld, la neoyorquina Deborah. Redding, la violista californiana Francesca Martin y la violonchelista de Colorado Sharon Prater. Poseen todas una excelente técnica y responden a una coherencia de estilo en la que, sin duda, influyó el maestro Szymon Goldberg.

Un cuarteto de la Op. 18, el número 1 en fa mayor, y otro en mi bemol, op. 129, de Beethoven, nos pusieron en contacto con uno de los más importantes legados musicales que la cultura haya recibido.. Las instrumentistas de Colorado-Quartet hicieron brillar en cuanto pueden, y es mucho, a los stradivarius de la Corte Española a la vez que exponían las creaciones beethovenianas con la naturalidad de quienes las tienen asumidas e incorporadas no al repertorio, sino a su misma existencia. Rara vez puede escucharse un tan afinado y cohesionado cuarteto, y rara vez también intervenciones a solo se alzan con más alta calidad.

Todo el concierto fue magnífico. A, destacar momentos recordamos el adagio de Cuarteto en fa mayor, de maravillosa curva cantabile, el primer movimiento -Maestoso, Allegro- y el Adagio ma non tropo del cuarteto número 12, expuesto con tan sustancial intensidad y agotamiento de todos los valores a través de bien estudiados y realizados procesos de tensión, que cuando cambia la expresión en el Scherzando parece una inundación de luz.

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