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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España, en el aire

FELIPE GONZÁLEZ comentaba ayer la posibilidad de que el Gobierno alquilara un avión de Iberia para el próximo viaje de los Reyes a Tailandia, habida cuenta del estado comatoso en que se encuentran los aparatos oficiales destinados a los desplazamientos del Monarca y del propio presidente del Gobierno. El optimismo de suponer que esa es una buena solución sólo indica que el presidente no viaja mucho últimamente con la compañía de bandera española, cuya renovación de flota ha sido acordada también ayer, dado lo decrépito de la misma. En cualquier caso, el retraso de 15 horas producido por un fallo del avión de la Fuerza Aérea Española que transportaba al presidente del Gobierno a México significa algo más preocupante que el ridículo colosal en el que viene incurriendo la Administración con la preparación de los viajes de Estado en los últimos tiempos. Porque una cosa son las situaciones chuscas, y otra las alteraciones graves del protocolo que éstas producen, para no hablar del verdadero problema: la precaria seguridad de los desplazamientos de las primeras autoridades del país y la ausencia de responsables conocidos, y castigados, por esta inmensa chapuza organizativa en que comienzan a convertirse los viajes oficiales.Las explicaciones técnicas, con las que se abrumó a la opinión pública española en ocasión del viaje del Rey a Estados Unidos, suenan ahora a música celestial. Nos encontramos ante un caso de impericia, falta de profesionalidad e irresponsabilidad mayúsculas, y algo tendrán que decir de todo eso el jefe de la Fuerza Aérea y el ministro de Defensa. La lista de suspensiones o de averías es ya innumerable.

Pero cuando don Juan Carlos tuvo que ver retrasado durante varias horas su regreso a España desde Washington porque el avión de turno se estropeó se adujo que la vejez de los aparatos no era razón suficiente para desecharlos, porque . sus horas de vuelo no se corresponden con las horas que un avión comercial de su edad podría tener. Naturalmente, todo eso son pamplinas si se contempla el bochornoso ridículo que ayer protagonizó la delegación española a Latino américa. Ya en junio de este mismo año, el avión presidencial tuvo que regresar al aeropuerto de Brasilia porque se detectó un fallo mecánico. Esa reiteración en las averías era razón suficiente para que el presidente dispusiera de una mayor seguridad en su viaje y, sobre todo, de un avion cuyo funcionamiento reuniera todas las garantías.

Los propios técnicos del Ministerio de Defensa han calificado de "nefasta" la situación en que se hallan los aviones que transportan al Rey y al primer ministro -y, en ocasiones, a los reclutas que van a Canarias-, pero es obvio que aquí nadie se ha dado prisa por resolver la cuestión.

Felipe González ha ido a Latinoamérica a vender una imagen moderna de España como país industrial y organizado. Similar propósito condujo al rey Juan Carlos a emprender su desastrosa gira norteamericana. A los anfitriones de turno no les puede ya caber la más mínima duda de que si España funciona, como quería el programa del cambio, sus aviones lo hacen cada día peor.

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