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Rechazo social en la URSS a los veteranos de Afganistán, según un ex combatiente

Los 200.000 soldados soviéticos que regresan al país después de combatir en Afganistán sufren la indiferencia oficial y hasta el rechazo y el desprecio populares, y ni siquiera disfrutan de los beneficios del héroe en la propaganda del régimen, ante el silencio que rodea la guerra, confiesa uno de ellos en una entrevista que publica en su último número el semanario El Globo.

"No podré olvidar jamás los horrores de aquella guerra. Pero a veces tengo deseos de regresar a Afganistán... En Moscú me siente asfixiado por las normas, por Ios continuos controles", afirma Alexei, un joven paracaidista veterano de la contienda, que ahora se gana la vida como mecánico, quien al regresar a su patria ha encontrado un clima de hostilidad generalizada.La televisión soviética no habla de la guerra, los periódicos se niegan a publicar noticias sobre las bajas en el frente, y hasta en Ios cementerios están prohibidas las lápidas con menciones a Afganistán. "Nunca le cuento a nadie que estuve en Afganistán, porque si lo hago, la gente se retrae y me trata como si fuese un bicho raro", cuenta el joven, quien, de todos modos, cree que el Ejército Rojo hizo bien en invadir el país asiático "porque si no hubieran entrado los norteamericanos y habrían puesto sus misiles atómicos más cerca que nunca de Moscú".

Alexei afirma también que las autoridades les prometieron compensaciones, pero éstas se han limitado a un carné para comprar productos a los que no tiene alcance el resto de la población. "Cuando muestro el carné para no tener que hacer cola, los que están esperando me increpan y me insultan", dice.

Muchos combatientes de Afganistán se escandalizan por la corrupción y el materialismo que invaden a la sociedad, y reacciónan con patriotismo y xenofobia, señala la revista. Reprochan a sus compatriotas por su afán consumista, odian a la policía y organizan grupos violentos que alcacan a los distribuidores de drogas o los especuladores.

Alexei afirma, por último, que antes de ser enviado a Afganistán era una persona ejemplar y jamás había escuchado La Voz de América. "Pero la oía en el frente", declara, "y ahora estoy convencido de que todo lo que dice la radio soviética es mentira, y lo que dice La Voz de América es cierto". La guerra, confiesa, le ha convertido en un pacifista.

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