Un cambio que cambia poco
Noboru Takeshita relevará el próximo mes a Yasuhiro Nakasone en, la jefatura del Gobierno de Japón
El 6 de noviembre, Noboru Takeshita pasará a desempeñar el cargo de nuevo primer ministro de Japón. No es más que un cambio de personalidades en la segunda potencia económica del mundo capitalista, un cambio en el Estado políticamente más estable del mundo. Takeshita, de 63 años, es considerado como uno de los nuevos líderes de Japón. En la noche del 19 de octubre, logró vencer en la peculiar carrera para premier de Japón al ex ministro de Asuntos Exteriores Shintaro Abe, también de 63 años, y al ministro de Finanzas, Kiichi Miyazawa, de 68.
A pesar de su edad, los tres están catalogados en Japón como nuevos líderes. Aquí la longevidad es símbolo de garantía. En una sociedad tan tradicional como la japonesa, ni en política ni en ninguna otra actividad el escalafón social va acompañado a los años de antigüedad en el cargo.El propio partido de los nuevos líderes, el potente Partido Liberal Democrático (PLD), controla democráticamente el poder, de manera ininterrumpida, desde 1955. De ahí que la llegada de un nuevo primer ministro no equivalga, en principio, a ninguna expectativa de cambio en la dirección de los asunto! político-económicos de Japón.
En el sistema político japonés el puesto de primer ministro recae en el partido con mayoría electoral. Sin embargo, debido a las normas del PLD, es imposible para un primer ministro perpetuarse en el poder. Las reglas del PLD impiden que un primer ministro pueda ejercer más de dos mandatos. La norma fue rota una vez gracias a la habilidad del primer ministro saliente, Yasuhiro Nakasone. Él es el indiscutible líder de la política nipona y, pese a su salida, en opinión de muchos analistas seguirá gobernando desde los bastidores.
Gracias al éxito en las últimas elecciones legislativas japonesas, celebradas el 7 de julio de 1986, Nakasone consiguió devolver la mayoría absoluta al PLD. En compensación al triunfo de Nakasone, el partido le permitió prolongar, de manera excepcional, un tercer mandato por un año, cuya fecha de expiración concluye el 31 de este mes.
Sin urnas
Debido a estas reglas de partido, los japoneses asisten ahora a un cambio de primer ministro sin necesidad de que hayan tenido que acudir a las urnas. Más de un editorialista de la Prensa progresista se pregunta si se trata de un nuevo primer ministro para el pueblo o simplemente para el partido.
"El nombramiento de Takeshita se ha gestado en las cenas exclusivas de los restaurantes de Akasaka", comentó un colega japonés, en referencia a los elitistas restaurantes de esa zona de Tokio. En el barrio de Akasaka un menú llega costar 50.000 pesetas por persona. Por ese precio cenas exquisito shashimi (pescado crudo), tofu (queso de soja) y bebes sake (vino de arroz) o whisky local o importado.
Desde el principio de estos cónclaves, Takeshita apareció como favorito, al contar con el apoyo de 114 miembros de la Dieta (Parlamento japonés), mientras que Miyazawa sumaba 89 y Abe 85. El propio primer ministro, Nakasone, contaba con otros 81, valorados como clave, porque obligó a una nueva votación.
En caso de que la votación no hubiese aportado mayoría absoluta, habría sido necesario recurrir al voto secreto de 1.600.000 militantes del PLD en la jornada del 31 de octubre. En aras de preservar la unidad del PLI), fue el propio Nakasone quien votó a su sucesor a primeras horas de la madrugada del día 20.
"Es necesario mantener un liderazgo colectivo", dijo Nakasone para justificar sus preferencias por Takeshita. Abe y Mayazawa, como ejemplo del comportamiento general de los japoneses, aceptaron disciplinadamente su derrota. Inclinaron el torso y no levantaron la más mínima crítica, quizá con las garantías de que Abe será el sucesor de Takeshita y que Miyazawa conservará su puesto de influyente ministro de Finanzas.
"Procuraré cumplir todas mis promesas de gobierno", contestó Takeshita, en un lenguaje discreto y prudente, en honor a su imagen de político maniobrero y cauto.
Takeshita llegaba así a la cumbre del poder visible que gobierna a los 121 millones de japoneses que, a juzgar por las urnas, están mayoritariamente satisfechos de la gestión del equipo conservador del PLD. No se vislumbra ninguna alternativa de poder, dados los escasos resultados del segundo partido político japonés, el Partido Socialista de Japón, dirigido por la señora Takako Doi
Experto en consensos
Takeshita, hijo de un fabricante de sake, fue instructor militar en la II Guerra Mundial. Después se graduó en leyes en la prestigiosa universidad de Washeda y fue elegido diputado del PLD en 1958, en su departamento natal de Shimane.
Rápidamente reconocido como un experto en el arte del consensus, Takeshita fue adoptado políticamente por el premier Eisak Sato, hasta acceder al Ministerio de Trabajos Públicos. En diferentes ocasiones fue ministro de Finanzas, cargo que desempeñó bajo la presidencia de Yasuhiro Nakasone hasta el año pasado.
Un cambio que cambia poco
Luego pasó a desempeñar el puesto clave de secretario general del PLD, tras una carrera en la que demostró ser un fiel administrador de las políticas en curso, sin aplicar innovaciones de su cosecha.Antes del nombramiento, sus adversarios políticos tachaban a Noboru Takeshita de inexperto en asuntos internacionales, cuando la incidencia económico comercial de Japón debería estar acompañada de una mayor presencia en los asuntos internacionales.
Takeshita argumenta que su política exterior continuará basada en el incremento de la importación de productos extranjeros al tradicionalmente cerrado mercado interior japonés y en el eje Japón-Estados Unidos. Este eje está relativamente afectado por los litigios comerciales, pero solidificado en materia de defensa, toda vez que Japón ha superado, bajo la Administración de Nakasone, su tope del 1 % del Producto Lnterior Bruto para gastos militares. Por añadidura, las empresas de alta tecnología nipona colaboran con el proyecto de guerra de las galaxias de Ronald Reagan.
Los analistas no excluyen que Nakasone -el primer líder Japonés que alcanzó una intimidad con Ronald Reagan, y que dio pie al lema Ron y Yasu- sea quien teledirija los pasos del nuevo primer ministro en política exterior, un tanto como un shojun o caudiIlo en la sombra. No en vano Takeshita tendrá siempre la deuda con Nakasone -en una sociedad donde los favores tienen particular significado- de haberle evitado una siempre incómoda votación con los nuevos líderes.
Reactivar la economía
En política interior, Takeshita promete activar las economías internas, diversificando una estructura basada en las industrias de exportación. También anuncia aplicar su proyecto de furosato (ciudad natal), su esperanza de, descentralizar un poco la capital del país. Tokio es una megápolis de 30 millones de personas donde, además de ser a gran distancia la ciudad más cara del niundo, el precio del terrenos convierte en un sueño la posibilidad de que el japonés compre su vivienda.
En lo político, el espíritu tradicional de Takeshita debería servir también para tranquilizar a los nuevos ideólogos japoneses, partidarios de borrar la menioria histórica de la guerra y defensores de unos peligrosos puntos de vista ultranacionalistas.
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