Henry Plumb,
presidente del Parlamento Europeo, anunció el pasado jueves que en ningún caso se instalarán máquinas expendedoras de condones en las oficinas de la sede de la institución. La propuesta, como medio de luchar contra el SIDA, había partido de Jean Feidt, director general del Parlamento, quién explicó que todas las farmacias quedaban lejos del edificio. Los representantes europeos quedaron divididos ante un problema que desbordaba el marco de sus adscripciones ideológicas y nacionales. Para unos, era un medio de luchar contra la enfermedad. Para otros, según sintetizó el socialista británico Barry Seal, un posible equívoco: "Podríamos dar la impresión de que aquí estamos todos locos por el sexo en lugar de dedicarnos a trabajar".
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