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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La crisis filipina

DESDE EL golpe militar de agosto pasado, el quinto desde que Corazón Aquino ocupa la presidencia de Filipinas -y el que amenazó de modo más directo su poder-, el deterioro de la situación política y social alcanza niveles preocupantes. Por un lado, está la situación de desobediencia larvada de zonas militares con fronteras imprecisas. El hecho de que el coronel Gregorio Honasan, que encabezó la rebelión de agosto, siga haciendo declaraciones desde la clandestinidad es gravísimo. Por otra parte, se ha escindido el amplio agrupamiento de fuerzas políticas en el que se ha apoyado la presidenta. Lo pone de relieve la dimisión como ministro de Asuntos Exteriores de Salvador Laurel, que fue elegido para la vicepresidencia conjuntamente con Corazón Aquino.Con un coraje que despierta admiración, Aquino se esfuerza por reaccionar contra los acontecimientos que están erosionalido su poder. Con el procesamiento del segundo jefe de la aviación y de otros oficiales, por su conducta durante la rebelión de agosto, el Gobierno da una sensación de firmeza de que ha carecido en otras ocasiones. El recurso a la ley marcial no parece que podría tener gran eficacia para la defensa de la democracia en la actual coyuntura.

Otro factor que puede ser favorable para la presidenta es que el seguimiento de la huelga general convocada por los sindicatos con evidente inoportunidad, independientemente de los aspectos económicos, no ha tenido el carácter masivo que algunos esperaban. Es decisivo en este momento, en que se esfuerza por reafirmar su autoridad ante los militares, que Corazón Aquino no se vea acosada por una agitación social desde la izquierda.

La designación de una personalidad prestigiosa como nuevo ministro de Exteriores -y la voluntad de éste de empezar a negociar el futuro de las bases norteamericanas, cedidas hasta 1991- puede disminuir la oposición de sectores de izquierda, incluso no comunistas, que consideran necesario revisar una situación que otorga excesiva preponderancia en Filipinas a EE UU. Es un tema que interesa al conjunto de los países de la región. Pero la condición decisiva hoy para que tenga futuro la obra política de Corazón Aquino, cuyos méritos hasta ahora son sobresalientes, es poner fin al larvado estado de rebelión entre parte de las fuerzas militares. Los pasos positivos en ese orden son escasos.

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