China envía refuerzos al Tibet para sofocar nuevos brotes independentistas
Cientos de soldados chinos llegaron ayer a Lhasa, mientras las fuerzas de seguridad, fuertemente armadas, patrullaban la capital del Tíbet tras los sangrientos sucesos del pasado jueves, que causaron 19 muertos, según algunos testigos, entre manifestantes y policías. Las autoridades chinas hicieron un llamamiento en el que piden la rendición de los "separatistas tibetanos" que, en su opinión, están detrás de los sucesos. Por su parte, los activistas tibetanos, entre los que se encuentran numerosos monjes budistas, han convocado a la población de la capital para que se manifieste mañana, fecha en la que se conmemora el 37º aniversario de la entrada de las tropas del Ejército chino en el Tíbet.
El cierre de todos los templos de Lhasa, como el histórico de Potala o los de los alrededores de la capital, como los de Sera y Drepung, y la ocupación por la policía del templo de Jokhang -verdadero vaticano para los budistas tibetanos- indican que la Administración china se prepara para reprimir a los independentistas tibetanos en caso de que rebroten las manifestaciones.Por el momento, los turistas occidentales -que no fueron admitidos a visitar el Tíbet hasta 1981, en tanto que la frontera con el vecino país, Nepal, no fue abierta hasta 1985- están siendo prudentemente desalojados del Tíbet, en cuya capital, Lhasa, se aplica un toque de queda desde las diez de la noche, y donde patrullan soldados y jeeps militares, según testimonios de turistas occidentales que llegaron a Hong Kong en la jornada de ayer.
Pekín anunció ayer la expulsión de los dos ciudadanos norteamericanos a quienes las autoridades chinas acusan de estar implicados en gestos de apoyo a los independentistas tibetanos. Según el Diario del Pueblo, de Pekín, durante los acontecimientos del jueves los dos estadounidenses " agitaban las manos, gritaban, y animaban a las masas a que atacaran a la policía".
La embajada norteamericana confirmó ayer que dos ciudadanos de Estados Unidos habían sido detenidos durante un breve período de tiempo y que sobre ellos pesaba una orden de expulsión.
19 muertos
El Tíbet, anexionado formalmente por China en 1951, vive bajo un clima de tensión, según testimonios de turistas occidentales que han llegado estos días a Hong Kong y otras ciudades. Los escasos periodistas occidentales que han llegado a Lhasa, la capital del Tíbet, aseguran que hubo en los disturbios al menos 19 muertos, entre tibetanos y policías o soldados chinos, informa desde Tokio. Entre los fallecidos se encuentran tres monjes tibetanos, verdaderos promotores de la llamada proindependentista que reclama el regreso del Dalai Lama, exiliado en la India desde el fracaso de intento de conseguir la independencia en 1959.
El Dalai Lama, que vive en la ciudad india de Dharmsala, cercana a la frontera con el Tibet, ha negado la acusación china de estar detrás de la revuelta de los tibetanos. "Los tibetanos no fueron responsables de la violencia de Lhasa, y, por supuesto, tampoco Su Santidad", declaró en Nueva Delhi Tashi Wangdi, portavoz del Dalai Lama, que, sin embargo, anunció que se producirían nuevas protestas dentro y fuera del Tibet.
Para los observadores extranjeros ha constituido una sorpresa el que la televisión china diera anteayer imágenes, durante dos minutos, de los disturbios en el Tíbet, en las que podía verse a grupos de tibetanos lanzando piedras contra la policía desde el techo del templo de Jokhang, centro espiritual de los budistas tibetanos, situado en Lhasa, la capital tibetana.
El hecho de que la televisión china haya difundido imágenes de los disturbios en el Tíbet e informado en la Prensa de Pekín se interpreta en medios diplomáticos occidentales como una prueba de que las autoridades chinas apuestan hacia la continuidad de la apertura en China, a tres semanas del inicio del importante XIII Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), donde se espera una batalla entre conservadores y liberales para la sucesión al actual dirigente, Deng Xiaoping, de 83 años.
Sin embargo, el enviado especial de Reuters debió interrumpir su comunicación desde el Lhasa Hotel, donde las autoridades chinas impiden toda comunicación por teléfono o télex hacia el exterior.
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