Ernst Peter Greve
Capitán del "Polarstern", buque que contribuirá a la investigación sobre el agujero de ozono localizado sobre la Antártida
Ernst Peter Greve tiene 49 años y desde hace dos años y medio manda el Polarstern, un buque oceanográfico que es un verdadero arsenal científico. Este barco alemán ha hecho escala en Santander rumbo a la Antártida, donde realizará su sexta campaña de investigación. Greve se siente orgulloso de mandar este formidable rompehielos de investigación y abastecimiento, que costó al Gobierno federal, hace cinco años, 15.400 millones de pesetas, y diariamente, al contribuyente, otros cuatro millones.
Con 41 tripulantes a bordo, entre ellos media docena de marineros gallegos especialistas en pesca de arrastre, Peter Greve conducirá al Polarstem (118 metros de eslora, 25 de manga y seis cubiertas) hasta el puerto de Río Grande del Sur (Brasil), donde en octubre deberán embarcar 55 científicos de distintos países para emprender una nueva campaña de investigación en el Polo Sur."Este barco puede abrirse paso", dice Greve desde su puente de mando, un asombroso muestrario de los últimos ingenios de la informática, "a través de mares de hielo de hasta tres metros de espesor". El Polarstern desplaza algo más de 16.000 toneladas, y a su capitán le basta con poner la proa sobre la corteza helada para que una profunda quilla con un filo de 57 milímetros haga todo lo demás. La existencia de propulsores transversales situados a proa y popa permite al capitán hacer que el buque se mueva con extraordinaria precisión en las circunstancias, más difíciles.
"La grúa de popa, de 25 toneladas, con un radio de trabajo entre 4 y 24 metros, permite que de su cabezal descienda un jeep de varias toneladas de peso sobre la plataforma de hielo del mar de Weddell, allá en la Antártida, con una absoluta delicadeza y sin mella para los instrumentos de investigación que debemos depositar en tierra". El clima más hostil de la tierra (vientos huracanados y temperaturas a veces inferiores a los 50 grados bajo cero) espera en la Antártida a los científicos invitados por el Instituto de Estudios Polares Alfred Wegener. Sin embargo, en ningún rincón del Polarstern la temperatura será inferior a los 22 grados centígrados.
En aquellas latitudes, el capitán Greve dice no sentirse angustiado por la rutina o la soledad. "Y es que llevo 30 años navegando, y mi vida, por tanto, es la mar". Declara amar la Antártida, cuya superficie es dos veces la del continente europeo, y hallarse contagiado por las tareas investigadoras de sus huéspedes de a bordo, científicos de todo el mundo. Los estudios sobre el ozono, que proseguirán durante estos meses, no le son desconocidos, y sabe bien de su importancia para las condiciones de la vida en la tierra.
En el programa de trabajo a desarrollar, la investigación sobre el ozono será acompañada de estudios sobre el krill (pequeño crustáceo excepcionalmente abundante en aquellas latitudes) y el zooplancton, sobre las reservas de los bancos de pesca y las trazas inorgánicas en el aire, esto es, un profundo análisis del espacio, el mar y los glaciares. Greve asegura que hay demasiado que hacer a bordo como para que científicos y tripulantes puedan aburrirse.
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