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PRESENCIA HISPANA EN NORTEAMÉRICA

Esteban Torres: "En 1992 podemos ser claves en las elecciones presidenciales"

Declaraciones del presidente del 'caucus' hispano en el Congreso estadounidense

Francisco G. Basterra

Esteban Torres, de padres mexicanos, ha recorrido un largo camino desde la cadena de montaje de la Chrysler hasta un escaño en el Congreso de Washington. Es el representante demócrata por el distrito 34 de Los Ángeles, reelegido por tercera vez, y desde su despacho tapizado en madera oscura -precedido por una oficina con ocho ayudantes legislativos- declara a EL PAÍS sin el menor asomo de duda: "En los años noventa, los hispanos podemos ser claves en las elecciones presidenciales".

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Torres, de 57 años, que ha presidido hasta hace unos días el caucus hispano del Congreso (14 representantes de origen latino y otros 85 asociados porque en sus distritos existe una presencia electoral hispana), asegura que en 1992, "si los hispanos se registran masivamente y votan en las presidenciales, esta minoría puede significar el fiel de la balanza para dar la Casa Blanca a uno u otro candidato".Todavía no un Martínez o un García. Pero Torres, un demócrata educado en el sindicalismo y al que Jimmy Carter hizo su embajador en la Unesco entre 1977 y 1979 y posteriormente llevó a la Casa Blanca como asesor especial, está seguro que ese día también llegará.

Esteban Torres considera positivo el viaje de los Reyes de España a tres Estados del suroeste, como un reconocimiento del papel histórico y cultural español en la formación de los estados Unidos. El mundo hispano, añade, desconoce ésto mayoritariamente. Pero es buena la visita, sobre todo cuando se cumple el bicentenario de la Constitución de EE UU y cuando comienza a hablarse del 500º aniversario del descubrimiento de América. Don Juan Carlos "viene a ver a su gente, como hace el Papa con los polacos. Su llegada nos da un cierto ánimo, de alguna forma es un reconocimiento de que los hispanos tenemos un lugar al sol".

Imagen casi inexistente

Pero el congresista Torres señala también que la imagen de España en este país es prácticamente inexistente, y afirma que "debería jugar un papel más fuerte en nuestra política exterior, sobre todo en las relaciones con Latinoamérica y, específicamente, en Centroamérica".Los dos grandes partidos norteamericanos, pero sobre todo el demócrata, trabajan cada vez más el mundo de los hispanos. En 1980, Carter logró el 81% del voto de esta minoría. Siete aspirantes demócratas a la presidencia acudieron recientemente a una reunión de la Liga de Ciudadanos Latinoamericanos Unidos (LULAC) -organización hispana más fuerte en EE UU- para explicar qué harían por esta minoría de ser elegidos.

Torres explica que en 10 años podrán doblar su actual representación en el Congreso, donde el caucus hispano tiene un pacto de solidaridad con el caucus negro para apoyarse en los temas de educación, sanidad e inmigración. Sus previsiones están basadas en el peso demográfico de esta minoría (18,8 millones, creciendo cinco veces más rápidamente que los anglosajones).

"En el año 2000 habrá un millón de negocios y empresarios hispanos en este país, y esta creciente fuerza económica -lo que no ocurre todavía- se traducirá en un mayor peso político", asegura Torres en su despacho del Capitolio, rodeado de fotos suyas enmarcadas con todos los presidentes demócratas desde John Kennedy.

Este congresista admite el peligro que corre aún un político hispano en la sociedad norteamericana si se identifica demasiado con su minoría. "Es difícil un lanzamiento nacional sólo con ese apoyo. No hay que negarlo: existe miedo a que te rechacen por ser hispano". Esto es muy claro en el caso de Bob Martínez, gobernador de Florida, que hace lo posible por despegarse de su herencia latina aunque su éxito se debe al voto cubano en su Estado.

Torres explica que todavía existe discriminación contra los hispanos en Estados Unidos, sobre todo en el sur de Tejas y en el sur de California (en cuestiones de vivienda, empleo, definición de los distritos, "para negarles representación electoral"). "Pero hemos mejorado bastante, y gracias a la presión política hemos roto las barreras legales".

"Yo sufrí esa discriminación en mi juventud", agrega, "cuando en la escuela me castigaban por hablar español y no existían los actuales programas de educación bilingüe. Llegué a avergonzarme de hablar mi idioma, que casi perdí y recuperé gracias a que mi madre y mi abuela me hablaban en casa en español".

"Los anglos, que dominan la política, la economía, recelan de los hispanos, ven peligrar este papel dominante. Crea un cierto miedo en los anglosajones, que ven cómo, poco a poco, se desmorona su base de dominación y su capacidad de dictar las cosas".

Torres, que físicamente no puede ocultar su herencia latina, "de la que me siento orgulloso", reconoce que en su distrito habla mayoritariamente con sus electores hispanos en inglés. Éste es también el idioma que utiliza en su casa con su mujer, mexicana, y con sus cinco hijos, perfectamente integrados en el mundo norteamericano. "Sólo cuando voy a visitar a ancianos en sus asilos, potenciales votantes de la primera inmigración, tengo que utilizar el español".

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