_
_
_
_

La irresistible ascensión de Le Pen toca techo

Lluís Bassets

La irresistible ascensión de Jean-Marie Le Pen y su Frente Nacional parece tocar a su fin en Francia. Las declaraciones del líder ultraderechista minimizando el genocidio del pueblo judío durante la II Guerra mundial y proporcionando honorabilidad a los historiadores revisionistas que ponen en duda la propia existencia de las cámaras de gas y de los campos de exterminio han sido el detonante que ha derrumbado el edificio de falsa honorabilidad de Le Pen.

Los intentos de matización realizados posteriormente por el líder ultraderechista, que calificó de "detalle" el exterminio de judíos y gitanos no han hecho más que ahondar la fosa que le separa de la opinión democrática francesa.La mayoría conservadora que gobierna Francia ha dado consignas en todos los niveles de la administración regional y local para que los pactos con el Frente Nacional, destinados a sustraer el poder a los socialistas, sean revisados si los representantes ultraderechistas no reniegan de las teorías defendidas por su líder. En los próximos días, numerosos consejos de administración de las escuelas públicas francesas expulsarán a los miembros del Frente Nacional que no cumplan este requisito de pureza democrática. El aparato de la Asamblea para la República (RPR, gaullista) está moviéndose ya para evitar que Le Pen consiga las firmas de 500 diputados y alcaldes imprescindibles para su presentación como candidato a la presidencia de la República.

El ministro del Interior, Charles Pasqua, ha anunciado una ley que, siguiendo el ejemplo de la República Federal de Alemania (RFA), considerará delito la difusión de opiniones que ponen en duda los campos de exterminio y el genocidio. El diputado del Frente Nacional por Marsella, Pascal Arrighi, ha anunciado que votará a favor de una ley de este tenor si entra en el Parlamento.

Todas las fuerzas políticas francesas, e incluso algunos diputados y alcaldes del Frente Nacional, han estigmatizado las ideas del orondo y visceral candidato a la presidencia de la República y han empezado la operación quirúrgica para aislarlo. Le Pen, por su parte, habla de "caza de brujas", de nuevo "caso Dreyfus" (el oficial judío condenado en 1896 por espionaje en razón de su raza) y de la acción del "lobby de la inmigración" contraído. En una fiesta política celebrada en París el pasado domingo, Le Pen arremetió contra los medios de comunicación y los periodistas, a los que culpó de la persecución a la que está sometido.

Las declaraciones de Le Pen no constituyen, en sentido estricto, una novedad en su dilatada carrera de hombre de acción y de político extremista. En 1985, el diputado fascista perdió un proceso por difamación contra el semanario Le Canard Enchainé, que le acusó de haber torturado personalmente a argelinos en su época de oficial en Argelia.

Recientemente, con motivo del juicio contra el ex comandante de la Gestapo Klaus Barbie expresó su disconformidad con el proceso escudándose en los peligros de hurgar en viejas heridas. Sus declaraciones fomentando el odio racial contra los imigrantes de origen magrebí y contra los enfermos del SIDA no habían conseguido levantar una ola de indignación similar a la que han producido sus minimizaciones del genocidio.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Aunque Le Pen había evitado cuidadosamente el vocabulario más clásico del antisemitismo, las declaraciones de muchos de sus partidarios, la nutrida presencia de antiguos colaboracionistas del mariscal Petain en sus filas, su labor de editor de discos con los cantos fascistas de todo el mundo, sus relaciones con el neofascista Movimiento Social Italiano y con el español Frente Nacional de Blas Piñar, o el activismo violento de los jóvenes del Frente Nacional contra inmigrantes e izquierdistas no ofrecían lugar a dudas sobre su filiación ideológica. Sus recientes declaraciones, ya en la recta final de las elecciones presidenciales, han sido la gota que ha desbordado el vaso y que ha permitido a la mayoría conservadora el inicio del aislamiento de un aliado incómodo y peligroso.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_