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La iniciativa privada irrumpe en Angola

Los dirigentes de Luanda hablan del triunfo del realismo frente a la ficción ideológica

El Gobierno angoleño anunció en agosto el lanzamiento, a partir de enero de 1988, de un plan de estabilización económica y financiera para "hacer salir a la economía angoleña del marasmo" y fomentar el desarrollo del país y el aumento del nivel de vida de la población. La apertura de importantes sectores de la economía a la iniciativa privada, la restauración parcial de las reglas de la economía de mercado, la revisión de las políticas salarial y cambiaria, son las principales innovaciones anunciadas por los dirigentes de Luanda, y cuya puesta en práctica implicará una revolución en la vida económica y social de Angola, 13 años después de su independencia de Portugal.

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Angola ha solicitado su adhesión al Fondo Monetario Internacional (FMI) y trata de entablar negociaciones con el Club de París para el pago de su deuda externa. Desde un punto de vista técnico, las medidas y los objetivos del plan de estabilización del Gobierno obedecen al modelo habitualmente impuesto por el FMI: eliminación de desequilibrio presupuestario, cortes drásticos en los gastos públicos, fomento de las inversiones productivas y de las exportaciones, devaluación de la moneda y liberalización de precios y salarios. Medidas todas ellas sorprendentes cuando quien adopta este tipo de política es un Gobierno que se adscribe al socialismo científico, anticapitalista y antimperialista, y practica la economía planificada. Su anuncio suscitó las reacciones más contradictorias.Para el presidente Dos Santos, más que de un cambio de política -a pesar de la referencia clara y abierta del presidente Dos Santos a la necesidad de la cooperación con Occidente y de su ministro de Economía al fomento de la iniciativa privada y a la reprivatización de grandes sectores de la agricultura, del comercio, de los transportes y de los servicios en general-, se trata de un triunfo del realismo sobre la ficción ideológica.

En su discurso sobre la nueva política económica Dos Santos afirmó: "La conciencia de la necesidad del cambio creció paulatinamente y ya está madura". Con sumo esmero evitó enfrentarse con los defensores de la ortodoxia marxista, siempre prontos a denunciar los intentos de restauración del capitalismo y el desviacionismo pequeñoburgués.

Pero dijo que nadie debe tener miedo del cambio ni tratar de justificar los errores del pasado, cuya responsabilidad es de todos en mayor o menor grado. Prometió que los únicos que se sentarán en el banquillo de los acusados serán "aquellos que no entienden que hemos entrado en una nueva fase y se obstinen en seguir trabajando como en el pasado".

Hace mucho que las leyes de la economía de mercado funcionan en cada esquina de Luanda y en sus mercados al aire libre, que hasta ahora reciben el nombre de clandestinos por el empeño de la policía en impedir a los periodistas sacar fotos de estas auténticas ferias, donde todo se puede comprar y vender.

El poder se ha limitado a adoptar la política del avestruz, y las campañas moralizadoras se quedaron en el papel por el miedo de eventuales reacciones de la calle. Pero en las zonas rurales la experiencia liberalizadora ya está en marcha hace dos o tres años. Los resultados son visibles. Han empezado a surgir excedentes comerciales que imponen el reconocimiento de una verdad negada por los defensores de la colectivización como única vía para el desarrollo.

La campaña de comercialización en el campo, lanzada con el objetivo de sustituir las importaciones de alimentos, es actualmente el eje fundamental de la política gubernamental. Funciona en base al trueque, porque los campesinos sólo aceptan cultivar más de lo que necesitan para su consumo si el Estado se compromete a suministrarles lo que no producen y que les hace falta: azúcar, sal, aceite, madera, y carne o pescado seco, según las regiones. Además de ropas, mantas, radios, bicicletas y otros productos industriales, que en las zonas rurales sólo se encuentran a precios exorbitantes en el mercado paralelo.

La superioridad del estímulo material sobre la propaganda política para resolver la escasez está a la vista en cualquier mercado rural, y su evidencia hace tambalear las convicciones de cualquier militante de la capital. Pero ejerce también una fuerte presión para la liberalización del comercio.

En la ciudad costera de Benguela acaba de ser reabierto el mercado municipal, donde pequeños agricultores y comerciantes pueden vender sus productos y las autoridades se limitan a controlar los precios. Pero, en las zonas más alejadas del interior, los campesinos se quejan de la falta de transportes y de abastecimientos, aunque ya se empieza a distribuir camiones a las cooperativas y asociaciones de agricultores.

La falta de divisas para importar máquinas, vehículos, semillas, sirve a su vez de estímulo para el relanzamiento de la agricultura industrial. Desde que se estableció que cada provincia podría disponer del equivalente en divisas de su producción de productos exportables, la recuperación de las plantaciones de café, sisal y plátanos, y de la industria maderera, ha cobrado otro dinamismo.

Lopo de Nascimento, ex primer ministro, hoy responsable de la región político militar del Sur, donde la nueva política registra los éxitos más espectaculares, asegura que sus convicciones socialistas no están ni mínimamente afectadas por la nueva experiencia y que la primera cualidad de un revolucionario es el realismo.

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