Atuendo
Uno de los cambios más decisivos en el tú a tú personal es el giro que ha tomado el emplazamiento del cuerpo. A lo largo de años, las gentes sabían que tenían un cuerpo. Desde esa perspectiva, una cosa era el sujeto y otra cosa era su cuerpo. El paradigma emergente ahora no es tener un cuerpo, sino ser un cuerpo.Con ello el trastorno, moral es absoluto. Si se tiene un cuerpo y el cuerpo no es agraciado, la causa puede atribuirse a Dios, a la nutrición, a los genes o a cualquier otra abstracción. El individuo está eximido. Es muy distinto, sin embargo, cuando la evocación del cuerpo coincide con el yo o bien cuando al decir yo sólo resuena el volumen de un cuerpo. En ese caso, ¿cómo exhibirse sin una previa atención? ¿Cómo hacer para excusar las imperfecciones?
El hecho de que la población preste ahora más cuidados a sus cuerpos derivaría de que estos esmeros poseen también una dimensión moral, una vez que el alma ha huido o sestea.
Siempre ha existido, desde luego, gente a quien no le ha gustado el cuerpo que tenía, pero eso podía decirlo también del tiempo que hacía y del olor a escabeche. Todo el mundo daba por entendido que la elección aquí era inexistente y, encima, la corporeidad, un atuendo.
Con ese postulado -el cuerpo es atuendo-, el yo estaba constituido por un puding de espíritu. El espíritu era lo sustantivo, y el cuerpo, un continente. Así, el cuerpo era pagano y mudo, mientras el alma hablaba de tú a tú con el Creador durante horas.
¿Qué pasa actualmente? El alma ha hecho crisis. Asaltada, ignorada, duda ya incluso, en los trasplantes, sobre su ubicación correcta. Entretanto, las músicas, las sectas, los psicotrópicos, han transportado el lenguaje metafísico al cuerpo. Es ahora el cuerpo quien se presenta acicalado o condimentado a hablar con el más allá. En tales condiciones, pues, un mal diseño del cuerpo, un desaliño de la carne, sería igual a su ruina. ¿Inmoral? ¿Obsceno? ¿Contagioso? ¿Alucinante? ¿Nuclear?
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