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Moruchada

Aguirre / Manzanares, Niño de la Capea, JoselitoENVIADO ESPECIAL La ganadera de la corrida de ayer es de la tierra. Los toros no, que pastan en Constantina, provincia de Sevilla, y tienen antepasados salmantinos; todo lejos de Bilbao, y por ahí no les iba a valer verse anunciados en el Aste Nagusia taurino. En cambio, ser ganadero -ganadera- de Bilbao, ése sí es mérito. Otros van a las ferias con menos fundamento. Pero a la hora de la verdad, lo que salió por los chiqueros fue una moruchada.

Es una mala pasada y una injusticia que los toros dejaran tan mal a la ganadera bilbaína, pues, asumiendo el compromiso con exquisito sentido de la responsabilidad y del decoro, los había traido bien comidos y bien bebidos, con sospechosos pitones romos.

Toros de Dolores Aguirre, con trapío, amoruchados

Manzanares: pinchazo y estocada (ovación y salida al tercio); estocada corta baja y dos descabellos (vuelta). Niño de la Capea: estocada (algunos pitos); pinchazo, otro hondo descaradamente atravesado y bajo y rueda de peones (silencio). Joselito: bajonazo; rebasó en dos minutos el tiempo reglamentario (ovación y salida al tercio); estocada corta baja (aplausos). Plaza de Bilbao, 18 de agosto. Tercera corrida de feria.

Ahora bien, una vez los toros de ganadera bilbaína habían pavoneado por todo el ruedo a través sus corpachones, trotando cochineros de un lado a otro, y sufrido en sus lomos traseros el ataque mortífero de la acorazada de picar, se ponían a galopar en alocada huida, berreando, bramando, echando espumarajos por la boca. Y al señuelo escarlata que les presentaban los toreros no querían embestirlos, no; si acaso, olerlos -por si se trataba de un nuevo pienso-, toparlos, quitárselos de en medio a golpe seco de gañafón.

Hubo dos, en cambio -cuarto y quinto- que por casta remota o por esas casualidades de la vida, si acudieron a los señuelos escarlata. Aprovechando la circunstancia, al cuarto le hizo Manzanares una faena en la que necesitó medio redondel para instrumentar los pases, finísimos en sus primeros tiempos, movidos en los remates. Templaba Manzanares -baja la mano, academica la apostura-, luego apretaba a correr. Es decir, que ni se le ocurrió ligarlos, a no ser que, llamen ligar a dar un pase en la plaza de España y el siguiente en la plaza Moyua.

Su primera faena, a descastada mole de incierto acometer, también transcurrió entre la plaza Moyua y la plaza de España, sólo que con más mérito que la otra, pues se saltaba los semáforos únicamente se quedó quieto Manzanares (en la plaza Moyua) para dibujar un quite por chicuelinas, que ese sí resulto extraordinario. Torería de la mejor ley hubo en ese quite, que aclamó la plaza.

Joselito salió a competir en el quite siguiente y hubo de rectificar en las gaoneras, porque el toro acometía violento. Joselito volvió a tener en contra la suerte: ningún toro le embistió. Y corno se trataba de moruchos, hubo de moruchear a base (de porfiar insistentemente, aguantar parones a la desesperada, templar al milímetro cada conato de embestida, que siempre se quedaba a mitad del recorrido.

A otro moruchón bronco, lo aliñó precavidamente Niño de la Capea, que no se fiaba ni un pelo. Al de mejor embestida en la tarde, le hizo una faena larguísima, desordenada, citando fuera de cacho. No tuvo temple, se dejó arrebatar el trapo, que el toro arrojó en vertical a la altura del tendido, y lo recuperó Niño de la Capea solemnemente, fingiendo un desplante rodilla en tierra. Cosas de maestros, estos detalles.

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