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EL TOUR

Roche sufrió un colapso debido a su esfuerzo por alcanzar a Delgado en La Plagne

Luis Gómez

LUIS GÓMEZ, ENVIADO ESPECIAL,Jacques Goddet, director del Tour e impulsor de la prueba, corrió como un niño, a sus 83 años, para alcanzar a ver con sus propios ojos lo que pasaba en la meta, para cazar todavía una imagen de epopeya a finales del decenio de los ochenta. Pedro Delgado, el líder, tiró la bicicleta y descansó en la cuneta nada más cruzar la línea. Stephen Roche, el irlandés, se cayó, desplomado, cuatro segundos después; sufrió un colapso, necesitó de oxígeno y fue trasladado al hotel en ambulancia. Las primeras impresiones eran que Roche tomaría a última hora, y previa consulta con los médicos, la decisión de tomar o no la salida hoy. Poco después de llegar al hotel, preguntó cuándo se cenaba para darse ánimos. El Tour ha quedado establecido como una batalla terminal, hasta el agotamiento, entre Roche y Delgado. Los demás han caído ya, han gastado sus reservas.

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La etapa la ganó el francés Laurent Fignon dando una lección de experiencia al español Anselmo Fuerte, demásiado ingenuo, que llegó llorando, agotado y desmoralizado. Pero Roche atacó a Delgado desde el principio, pero éste defendió su liderazgo y respondió al irlandés en el último puerto. Fue una batalla durísima, hasta el límite, y con resultados pírricos para Delgado, que sólo amplió su ventaja en cuatro segundos, aunque, eso sí, después le llovieron diez más, al ser sancionado Roche por haber recibido un avituallamiento no autorizado -precisamente, atacó aprovechando uno (le los controles para avituallarse-, y, además, el irlandés agotó sus reservas hasta más allá de lo razonable. Su desoladora imagen, con mascarilla, la vista perdida, el cuerpo envuelto por una manta de aluminio, su traslado en ambulancia..., hacen abrigar serias dudas sobre su estado de forma para la etapa de hoy, dura también, con un último puerto de categoría especial. Ni el propio Roche sabía ayer de láS fuerzas de que dispone. Ni él estaba en disposición de resolver la última incógnita del Tour. Y todo fue sorprendente para los espectadores e incluso para los informadores, pues el ataque final de Roche, que sí apreció Delgado al pasarle las motos seguidoras, no fue conocido hasta la meta. En esos momentos su ventaja, que parecía de un minuto, se esfumó.Un ataque oportunista

Fue el irlandés, enffirecido, sin responder a, ninguna táctica, quien atacó en el kilómetro 80, tras descender del Galíbier, aprovechando un control de avituallamiento. Se llevó consigo a los españoles Fuerte y Pedro Muñoz y al francés Sanders. Delgado le dejó escaparse hasta que conoció que la diferencia que les separaba era de 2.07 minutos. A partir de ese instante y aprovechando la ascensión a Le Coq, otro puerto de categociría especial, redujo la distancia hasta cazar al irlandés en el subsiguiente descenso. Le acompañaban Mottet y Bernard.

La etapa estaba siendo muy larga y su trazado era agresivo: no había más que subidas y bajadas, apenas 29 kilómetros de llano en 200 de recorrido. A un kilómetro de la salida, los corredores comenzaban a subir, acercándose al Galibier, el puerto más largo y alto del Tour, con sus interminábles 35 kilórnetros de ascensión y sus más de 2.000 metros de altitud. Roche tiró de la cuerda para romper la prueba. Deseaba que el liderato volviese a cambiar de manos. No midió sus fuerzas o no limitó su estrategia. Capturado el irlandés, se volvieron a echar suertes con el último puerto, los 17 kilómetros de La Plagne, con piso irregular y pendientes de mayor porcentaje que las de L'Alpe d'Huez. Tras la marcha de Fignon y Fuerte con la intención de luchar por la etapa, fue Delgado quien tomó la palabra y se aprestó a viajar durante 14 kilómetros en solitario. Luego acusó el cansancio y se mostró arrepentido de haber atacado solo, sin otra referencia, sin ningún auxilio: "A falta de cinco kilómetros, iba mal. Al final, no pensaba ni en Roche ni en Fignon ni en nadie, sólo en acabar cuanto antes y terminar con la pesadilla. El puerto se me estaba haciendo eterno". Delgado pudo presenciar de reojo la caída del irlandés y ver, ya abrigado y cómodamente sentado, las imágenes que la televisión ofrecía de su rival, tumbado en el suelo y auxiliado por una mascarilla de oxígeno. "Necesito tres minutos y no tres segundos", dijo el español; "me veo obligado a atacar todos los días". El ataque de Delgado sirvió, al menos, para alejar aún más de su liderato a los franceses Mottet y Bernard: a 3.12 y 4.08 minutos, respectivamente, de él.

La defensa que Delgado hizo de su título quedó oscurecida por el espectacular agotamiento de Roche, quien llegó a recuperar, luchando contra su propio cuerpo, el minuto de desventaja que Delgado había conseguido endosarle al principio del puerto. El Tour ha escapado a cualquier control razonable, al que establecían no hace mucho tiempo los grandes líderes. Por eso, el anciano Jacques Goddet quiso acercarse por una vez a la meta para ver a Roche ahoaado Y a Delagado sin articular palabra como hace años había visto a Merckx abandonarla en una ambulancia.

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