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La quintaesencia del burócrata

Francisco G. Basterra

El contralmirante John Poindexter, de 50 años, es la quintaesencia del burócrata y, a diferencia de su subordinado Oliver North, no es un personaje carismático. Este oficial de la Marina al que Ronald Reagan, posiblemente sin, tener en cuenta el principio de Peter (una persona competente va siendo promocionada hasta llegar a un puesto para el que resulta incompetente), convirtió en enero de 1986 en su consejero de Seguridad Nacional no alcanzará ya su auténtico sueño, ser jefe de Operaciones Navales. El Irangate ha bloqueado su ascenso a almirante. De hecho ha perdido una estrella y ha sido degradado de vicealmirante a contralmirante, y corre el peligro de sufrir un proceso penal.Inexpresivo, su figura sólo se anima cuando enciende su pipa, su única pasión conocida junto con la devoción por Bach y por los ordenadores. Da la impresión de que Poindexter nació ya mayor. "Nunca fue un chico pequeño. No era travieso. Se tomaba ya la vida en serio y siempre quería hacer algo constructivo", ha explicado su madre.

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Calvo, solemne, preciso en su forma de hablar y respetuoso, Poindexter parece un pequeño buda escondido tras unas gafas bifocales. Introvertido, rehúye las relaciones sociales. No hay miedo de que sus declaraciones provoquen una oleada de poindextermanía.

Casado con una sacerdotisa de la Iglesia Episcopaliana, Poindexter tiene cinco hijos. Primero de una clase de 900 en la Academia Naval de Annapolis en 1958, este tecnócrata ocupó varios empleos en la Marina. Tras un año en el mar, consiguió una beca y una excedencia. Se doctoró como físico nuclear por el Instituto Tecnológico de California.

En 1981, al comienzo de la presidencia de Reagan, comenzó a trabajar en el Consejo Nacional de Seguridad, ascendiendo hasta convertirse en el número dos de Robert McFarlane, al que finalmente sustituyó. Desayunaba, comía y cenaba en su oficina, rehuía normalmente el cara a cara y se comunicaba con sus subordinados a través de mensajes electrónicos.

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