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Miami virtud

Es admirable la sensibilidad pastoral que conduce al Pontífice a hacerse presente en los lugares del planeta donde más se le necesita. Tras haber arrasado en Chile, Argentina y Polonia, se anuncia para el próximo septiembre una visita papal a Miami. Buena falta les hace.Ya me imagino a esas multitudes de traficantes de droga, a esos gusanos -algunos armados hasta los dientes, otros armados sólo con la poesía, que no resulta menos mortífera-, hechos un brazo de mar, recibiendo al que viene en nombre del Señor entre enfervorecidas aclamaciones, enarbolando el Hola, que es la lectura que más consumen los hispanos por aquellos pagos. Con decirles que una vez me atracaron, cerca de la Pequeña Habana, y no me exigían ni los traveller checks ni mi honra, sino la susodicha revista del corazón, que casualmente llevaba bajo el brazo.

Estoy segura de que el representante de san Pedro en la tierra, que es un hombre conectado con su tiempo, se ha tragado horas y más horas de Flamingo Road y de Míami Vice, y ha llegado a la conclusión de que en esa pantanosa península en cuyo litoral flotan las dentaduras octogenarias desprendidas de sus encías de corales, en ese inmenso cementerio donde nada de lo que se pudre fermenta en dignidad, se necesita de su bendición y de su botafumeiro.

Si yo fuera Al Pacino haciendo de Scarface en El precio del poder, de Brian de Palma, me pondría a temblar. Toneladas de cocaína formando muros consolidados con argamasa no podrán impedir que la virtud, cual paloma mensajera, se infiltre por los suburbios de Miami y ponga en peligro hasta los pantalones con pinzas del famoso estilista miameño Adolfo Domínguez.

No quiero acabar este comentario sin darle respetuosamente las gracias a Su Santidad porque, dada la marcha con que se entrega a iniciativas de todo orden, me está dando tema para la sección aproximadamente en proporción de una a cinco columnas. Y eso es una pasta que dedicaré a convertir infieles.

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