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North: "No lo discutí personalmente con el presidente"

Francisco G. Basterra

El teniente coronel Oliver North, el principal protagonista del Irangate, no implicó ayer al presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, en el desvío a la contra nicaragüense de fondos procedentes de la venta de armas a Irán. North, de 43 años, con seis filas de medallas en la guerrera de su uniforme verde de oficial de marines, rompió un silencio de siete meses para afirmar. "Creí que lo que hacía tenía la aprobación del presidente. Pero nunca lo discutí personalmente con él". North, que se mostró a ratos contrito, pero en ocasiones desafiante durante las tres horas de testimonio ante los comités de investigación del Congreso de EE UU, declaró, bajo juramento, que todas sus actividades siempre se produjeron con permiso de sus superiores.

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El laureado teniente coronel, en un momento de agresividad emocional, advirtió que no es el responsable de todos los horrores del Irangate y que hay otros personajes detrás, y citó al ministro de Justicia, Edwin Meese, al ex director de la CIA William. Casey, y a los ex consejeros de Seguridad Nacional, Robert McFarlane y John Poindexter. "No quiero que se piense que yo he hecho todo esto por mi cuenta y que soy un incontrolado. Muchas personas venían a mi despacho y me decían que estaba haciendo un gran trabajo".La esperada intervención de North, que declarará durante toda esta semana protegido por una inmunidad limitada que impedirá su procesamiento por lo que diga estos días, no produjo la prueba concluyente que vincule a Reagan con el desvío de fondos a la contra.

North, que consultó prácticamente cada respuesta con su abogado, contó como el pasado 25 de noviembre -después de su cese- le llamó Reagan por teléfono y le dijo: "Yo no sabía nada", en referencia al desvío de fondos a la contra. A mediados de noviembre, dijo, pregunté a Poindexter (consejero de Seguridad Nacional) si "el presidente lo sabía". "Me contestó que no", añadió. El problema reside en la credibilidad de North, muy deteriorada por las revelaciones de que se benefició personalmente con la operación iraní, que falsificó documentos y que destruyó pruebas comprometedoras. El 59% de los norteamericanos estima que va a mentir al Congreso y también una mayoría cree que Reagan está mintiendo sobre su responsabilidad en el Irangate.

"Cumplía órdenes"

Este teniente coronel que, de hecho, manejaba un gobierno paralelo desde el Consejo de Seguridad Nacional, con el estímulo del desaparecido director de la CIA Casey, aseguró ayer que "cumplía órdenes" o al menos creía que las cumplía. Sus primeras declaraciones suponen un alivio para la Casa Blanca, cuyo portavoz aseguró ayer que el presidente está "demasiado ocupado con los asuntos de gobierno" para ver por televisión el testimonio de North, a quien hace meses calificó de "héroe nacional".

Reagan, aseguran sus asesores, está convencido de que ni North ni su superior Poindexter, que declarará la semana próxima, le implicarán directamente con el aspecto más delicado del escándalo, el desvío de beneficios procedente de la venta de armas al régimen de Jomeini para los rebeldes antisandinistas.

El testimonio de North comenzó a las nueve de la mañana (tres de la tarde, hora peninsular española), en un ambiente cargado de expectación y con el Washington político paralizado, pegado a los televisores. El abogado del principal testigo, Brendan Sullivan, intentó a última hora impedir la declaración de North alegando indefensión de su cliente, que no había tenido tiempo de revisar todos los documentos del caso. Explicó que North había sido ya condenado por varios miembros de los comités investigadores antes de ser ni siquiera oído. Pero Sullivan fue cortado en seco por el presidente del comité especial del Senado, Daniel Inouye, que dijo que parecía que el testigo estaba sugiriendo que estaba por encima de la ley.

El interrogatorio se centró sobre todo ayer en los útimos días de noviembre, cuando North, alertado por el ministro de Justicia Meese de que se había descubierto el pastel, acudió a su oficina, horas antes de ser destituido y después de que Meese (inexplicablemente dejó pasar 48 horas) abriera, una investigación, para destruir documentos con la ayuda de su secretaria, Fawn Hall.

Este increíble oficial defendió, no sin cierto cinismo, que el Gobierno le puso en su despacho una máquina trituradra para destruir documentos y que, prácticamente, la usaba todos los días. "Estábamos en el medio de dos operaciones encubiertas y son encubiertas para que el presidente pueda ser separado de las mismas, negándose su participación. Se destruyen documentos que pueden probar la participación del Gobierno en estas actividades".

La insistencia de los comités en la cuestión de la destrucción de documentos se explica por la posibilidad de fabricar un caso de conspiración y obstrucción de la justicia. Aunque North no podrá ser procesado por lo que diga estos días tendrá que tener cuidado con el peligro de cometer perjurio.

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