Otra vez
Que nadie se mueva ni se alarme más de lo debido, pero esto ni tiene solución ni conoce remedio. El verano marbellí viene desenfundando y haciendo nuevamente bueno el axioma de que nunca debimos abandonar el Misisipí. Al menos, sin el Winchester.La jeta florecerá cual seta -que no otro significado tiene lo de jet-set- y hombres y mujeres procedentes de todas las charcas sedosas del mundo, incluidas las nuestras, se concentrarán en ese hermoso pedazo de tierra rubia. Una tierra en la que, si uno busca bien, encuentra todavía un rinconcillo donde comerse un espetón de sardinas asadas a la lumbre en un chiringuito incontaminado por el rigodón asfixiante de los vips oficiales, de los profesionales de la felicidad y de un cierto concepto de belleza íntimamente relacionado con la taxidermia.
Es una pesadilla dantesca. De nuevo Gunilla con su melena y su maquillaje de figurante en una ópera de Wagner representada en el Asilo de Charenton. Philippe Junot insistiendo, bien a la plancha o bien al ajillo. Alfonso de Hohenlohe y sus adiposidades sonrientes. Kashogui, que es capaz, como en un cuento de Las mil y una noches, de mover las palmeras con uno solo de sus eructos. La señora y la niña de Kashogui, con cuyo vestuario se podrían engualdrapar las tribunas del desfile del Día de la Victoria, si todavía lo hubiera. Jaime de Mora y Aragón y su colección de bastones y monóculos.
Debo detenerme. La lista de apariciones tremebundas es demasiado horrible. No quiero mirar. Pero, sí, ahí están también Mila ex de Santana, Tita ex de Tarzán, Thyssen ex de ni se sabe, Lita ex de Trujillo... Y las folclóricas, no lo olviden. Una folclórica animando la juerga marbellí, de vez en cuando. Para acabarlo de arreglar, el obispo de Málaga lanzará posiblemente sus habituales improperios contra Sodoma y Gomorra, y las crónicas lo registrarán de nuevo.Si en este mundo hubiera justicia, Cristina Onassis saldría por la noche de su clínica de adelgazamiento y se los comería a todos. Qué final tan bonito.
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