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El Banco de España eleva al 3,3% el crecimiento económico en 1989 frente al 3% de Estadística

, El gobernador del Banco de España, Mariano Rubío, señaló ayer en su -intervención ante el consejo general del banco emisor que, "si se atiende a la información cuantitativa más reciente, el crecimiento real de la economía española debió de situarse en torno a un 3,3% en 1986", revisando de esta forma al alza el avance provisional facilitado hace algunas semanas por el Instituto Nacional de Estadística, que cifraba el crecimiento en un 3%, y bastante cerca de las previsiones iniciales de la Administración, que posteriormente fueron corregidas a la baja. Rubio señaló, como aspecto negativo del pasado año, la incapacidad para poner coto a la actividad del sector público, a pesar de la cuantía del déficit.

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Mariano Rubio se dirigió a los miembros del consejo general del Banco de España en su tradicional intervención anual para dar cuenta de los principales hechos económicos que tuvieron lugar durante 1986 y para dibujar las grandes líneas de lo que viene siendo el presente ejercicio.El mayor crecimiento final alcanzado por la economía española a lo largo de 1986 se debió, como se ha venido diciendo en numerosas ocasiones, a la demanda interna, tanto por la vía del consumo privado como del público, que crecieron muy por encima de lo previsto sirvieron para anular los efectos negativos del comportamiento del sector exterior, sobre todo el fuerte crecimiento de las importaciones de productos no energéticos y el crecimiento negativo de las exportaciones españolas.

El modelo de crecimiento económico seguido por España a lo largo de 1986 no se desvió esencialmente de lo hecho por el resto de las naciones europeas, que forzaron la sustitución de la demanda, exterior de bienes y servicios por un mayor crecimiento de la demanda interna. La caída del precio de los productos petrolíferos y la continuada depreciación del dólar fueron la base de esta recuperación, que en unos casos se utilizó para reducir casi a cero la tasa de inflación y en otros, como en el caso de España, sirvió para impedir que el volumen del déficit del sector público siguiera creciendo a ritmos elevados.

Los países que eligieron la primera vía sanearon su economía en mayor proporción que aquellos que desviaron los menores costes de los productos petrolíferos y del resto de las materias primas hacia mayores ingresos fiscales, que le permitieron incrementos en los gastos públicos muy por encima de lo que tenían previsto inicialmente.

El mayor crecimiento económico de España tuvo como efectos positivos, aparte de lograr una tasa de inflación relativamente buena si se considera que en 1986 tuvo lugar la implantación del impuesto sobre el valor añadido y que la generación neta de puestos de trabajo, iniciada desde mediados de 1985, continuara a lo largo de todo el año pasado.

Para el gobernador del Banco de España, los aspectos negativos de la evolución económica del pasado año se concentran en que se ha sido incapaz de poner coto a la actividad del sector público, a pesar de que el déficit descendió respecto a un año antes.

El déficit del sector público supuso el año pasado el 5,7% del producto interior bruto, mientras que en 1985 había sido del 6,76%. Pero se consiguió gracias a "un aumento muy fuerte y, por así decirlo, indoloro de la presión fiscal, que permitió una reducción del déficit y de las necesidadades de financiación del sector público". Sin embargo, "los gastos públicos han continuado creciendo con rapidez, casi un 16%, sometidos a una inercia que aún no se ha conseguido vencer y que ya los sitúa cerca del 43% del PIB". Para Mariano Rubio, la reducción del déficit fue inferior a la esperada y el impulso expansivo del sector público superó lo que cabría esperar para ese año.

Todo ello exige, según Mariano Rubio, solucionar un problema importante de opciones políticas "sobre la estructura del gasto público y sobre la evolución del gasto público respecto al gasto privado".

El gobernador del Banco de España señaló que, además de estos problemas, a lo largo de 1986 se produjo una expansión monetaria en algunos momentos difícil de controlar y, sobre todo, de poder medir de forma correcta, lo que ha planteado en algunos medios la conveniencia de redefinir los objetivos ajustándose a la evolución de agregados monetarios distintos a los empleados hasta ahora.

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