'Cacerolada' contra Noriega
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Una estruendosa cacerolada, acompañada por las bocinas de los automóviles y por el flamear de pañuelos blancos, sirvió en la noche del viernes a los panameños para pedir la renuncia del general Manuel Antonio Noriega.
La protesta tuvo eco en todos los barrios de la capital, aunque fue más masiva en las zonas de clase media y alta. Hombres y mujeres se asomaron a los balcones y salieron a las puertas de sus casas a la hora marcada aporreando cacerolas y gritando consignas contra el Gobierno y contra el jefe de las fuerzas armadas. En algunos puntos se levantaron barricadas y se prendió fuego a basuras y neumáticos, pero el Ejército y la policía, desplegados por toda la ciudad, no intervinieron en ningún momento.
En días anteriores, los soldados utilizaron el aparcamiento del hotel El Panamá, hoy cerrado por quiebra, como lugar de reclusión provisional de los detenidos durante las protestas. No hay cifra oficial de detenidos, pero la oposición ha denunciado varios casos de militantes capturados por la policía durante las manifestaciones.
Ayer se mantenía la vigilancia combinada de soldados y policías en las calles de la capital, así como el cierre de muchos comercios y la paralización de gran parte del transporte colectivo, en seguimiento de la huelga convocada por partidos y organizaciones de oposición.
El Gobierno confía en que el fin de semana sirva para aplacar el ánimo de los manifestantes, mientras que la oposición se ha marcado la jornada de mañana como un desafío para comprobar si las protestas pueden mantenerse una semana más. Como medida preventiva, las autoridades han suspendido las clases en los colegios y en las universidades durante los próximos siete días. Los dirigentes opositores, en su mayoría de centro y derecha, mantienen contactos, según fuentes de crédito, con la Embajada de Estados Unidos, en busca de una solución que permita la gobernabilidad del país en caso de renuncia del general Noriega, lo que por el momento es tan sólo una hipótesis de trabajo.
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