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Juan Antonio Muñoz Lacasta

El arqueólogo español que dirige las excavaciones de París

Lluís Bassets

Juan Antonio Muñoz Lacasta es un hombre del subsuelo. Durante un año, hasta el 30 de mayo, ha estado trabajando en las obras de un aparcamiento subterráneo en la isla de la Cité, en París. Ahora escribe sobre sus trabajos, pero también en las profundidades, en un túnel de metro convertido en oficina justo al lado del agujero inmenso de sus desvelos. Tiene tan sólo 27 años, es arqueólogo, ejerce la profesión de forma liberal -es decir, por contratos- y ha dirigido durante un año una de las excavaciones más importantes de París, que ha permitido reconstruir la historia urbana del núcleo más antiguo de la ciudad, desde la Galia. romanizada hasta el siglo XIX.

Juan Carlos se ha formado como arqueólogo en Barcelona. Ha rascado y husmeado en varias excavaciones de su casco antiguo. En 1984 fue contratado para excavar en el Louvre, y en junio de 1986 en las obras de un aparcamiento, entre el palacio de Justicia y el mercado de flores de la isla de la Cité, donde aparecieron importantes restos arqueológicos. A los pocos meses la dirección de Antigüedades Históricas de la región de de France le confió la excavación del subterráneo que terminó el pasado 30 de mayo. Juan Carlos y una parte del equipo de jóvenes arqueólogos están ahora redactando la memoria del trabajo en las oficinas instaladas en un túnel."Ésta es la segunda excavación más importante de París, después del patio del Louvre", asegura Juan Carlos. "Nos ha permitido trabajar sobre los restos de los distintos asentamientos desde el siglo IV o V hasta el XIX". Mientras responde, dentro de la obra, uno de los 18 arqueólogos que trabajan con él descubre en una capa de arcilla una especie de pieza de dominó de marfil tallado. "La pieza más importante que hemos hallado es un bajorrelieve romano", señala. Todo ello permite reconstruir la historia de la ciudad, que es lo que le preocupa. Desde monedas, alfileres, pequeñas alhajas o cerámica hasta restos de animales domésticos, todo puede servir al arqueólogo urbano para la reconstrucción de la historia.

El equipo de jóvenes arqueólogos recibe el auxilio de numerosos estudiantes, amas de casa y jubilados que les ayudan a clasificar, limpiar o dibujar los restos. "Trabajamos sobre 2.000 metros cuadrados de superficie y seis de profundidad, y a plazo fijo, porque las obras del aparcamiento no pueden esperar", dice Juan Carlos. "Pero la arqueología urbana es así, la destrucción de restos que producen las obras de un aparcamiento es lo que también permite nuestro trabajo. Además, no hay que excavarlo todo para entender la evolución y la historia de una ciudad. Nosotros no buscamos piezas singulares o grandes tesoros, aunque si aparecen, mejor, sino que hacemos un trabajo de reconstrucción histórica".

Para Juan Carlos, el problema serio se plantea cuando no hay una política de arqueología urbana que acompañe a las grandes obras públicas en las ciudades antiguas. "Me alucina pensar que Barcelona va a ser remodelada urbanísticamente con vistas a 1992 y que no se haya previsto nada para la arqueología urbana, cuando además se va a tocar el casco antiguo. En toda ciudad con restos antiguos debiera haber un pequeño equipo de arqueólogos trabajando en las obras públicas". Juan Carlos no está muy contento con la forma habitual de trabajar en España. "Me gustaría regresar a Barcelona", dice, "pero no para estar como hace tres años. Por eso, si sigo teniendo buenas propuestas pienso quedarme aquí".

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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