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JORNADA ELECTORAL

La fiesta que nunca existió

Indiferencia madrileña en la noche más larga de las elecciones

Madrid no fue una fiesta. La gente había votado, pero el sentimiento general era de que no existían grandes cosas que celebrar. Las principales avenidas ofrecían el aspecto de cualquier noche entre semana. No hubo riadas humanas corriendo hacia la plaza Mayor para festejar el resultado. Los coches que circulaban atronando con las bocinas no lo hacían por su partido, sino por el partido: por la victoria del Atlético sobre el Real Madrid.

A las 9.30 de la noche de ayer, alrededor de 300 personas se agrupaban en la plaza Mayor de la Villa, cerca del escenario, mientras unas mulatazas vestidas con tules fucsia meneaban el trasero y cantaban: "La mujer de Antonio camina así...". Curiosamente, las únicas banderas (tres) que se distinguían entre lo que ni el más optimista llamaría muchedumbre -y que conforme avanzaba la noche apenas aumentó- eran del Partido Humanista, cuyo eslogan "Antonio para Europa" ha empapelado algún que otro muro ciudadano.En las terrazas de los bares de la plaza, el público habitual se tomaba su cañita como si tal cosa. Cuando empezaron a darse resultados de las elecciones para el Parlamento Europeo, el asunto se animó ligeramente. Parejitas entrelazadas y aparentemente inofensivas lanzaban vivas cada vez que se nombraba a Herri Batasuna, y el resto de los partidos -menos Izquierda Unida- se llevaba una tanda de silbidos. Sólo los vídeos de Bruce Springsteen obtenían la unánime veneración del respetable.

Arriba, en la Casa de la Panadería, funcionarios del Ayuntamiento se hacían fotos de grupo que un sádico calificó de "recuerdo de fin de curso". Se servían bebidas de marcas rarísimas, entre ellas, un whisky de cuyo nombre no quiero acordarme, aunque esta periodi;sta pudo ver que, en ocasiones especiales, se sacaba el Johnny Walker de debajo de la mesa.

Muy distinto era el ambiente en la sede de la Comunidad autónoma, antigua Dirección General de Seguridad. En el Patio de los Cristales, decorado con banderas de la Comunidad en plan faraónico -estilo plaza Roja en Primero de Octubre-, se servían buena bebida y excelentes empanadillas, que consolaban en lo posible a un tropel de informadores que desde las seis delatarde sólo había tenido acceso a dos informaciones concretas: que el récord de votantes lo tenía Patones, y el de abstenciones, Madarcos, pueblos ambos pertenecientes a la Sierra Pobre de Madrid. La segunda noticia era la victoria del Atlético sobre el Real.

"¡Horror!", dijo una dama de prensa de Alianza Popular. "¡El Madrid, perdiendo!". Y me recomendó con entusiasmo que visitara la verbena organizada por su partido en la plaza de la Villa de París. Bueno, si aquello era una verbena, el asesinato de Marat en su bañera era Río de Janeiro en temporada alta. Sin luz, sentados en torno a las mesas de la Terraza Madrid, los cachorros y cachorras de AP se dedicaban a abuchear a los partidos de la competencia cuando se informaba sobre ellos en la tele.

La tía de Zamora

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Y, cuando salían los suyos, se establecían repentinos lazos entrañables, sobre todo entre los mayores. En los resultados para el europarlamento: "¡No han conseguido entrar en Zarnora!". "¡Ah! ¿Es usted de Zamora? Yo tengo una tía allí". Y así. No estaban tristes. Es que son sobrios.

En el hotel Wellington, taurinos y, partidarios del CDS trataban de mostrarse más eufóricos de lo que realmente estaban y, en el hotel Suecia, modestísima fiesta de Izquieda Unida, en la que brillaba el optimismo y hasta tenían a una nieta de Dolores Ibárruri. O eso decían: la verdad es que corría la humilde cerveza como si fuera cava generoso y a ciertas horas uno puede decir cualquier cosa.

Entre tanto, en barrios como Malasaña o Vallecas, tan utilizados por los candidatos durante la campaña, la vida discurría como siempre: un ir tirando, y ningún jolgorio electoral. En las diversas sedes socialistas, los semblantes se mostraban circunspectos, cuando no fúnebres. Los periodistas, desesperados, trotaban de la Casa de la Panadería a la Puerta del Sol, en busca de una minima información que llevarse a las fauces. "¡En Barcelona estamos ganando!", decían los sociatas, como para autoanimarse. Y en la plaza Mayor había aparecido una nueva bandera. Del Atlético.

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