Meditación
Debo confesar que el día de ayer, destinado a la reflexión sobre el oscuro objeto de nuestro voto, lo gasté miserablemente haciéndome radiografías de los sobacos: porque en adelante una de las muchas cosas que una mujer deberá conocer, si quiere ser alguien en la vida, es el estado receptivo de su axila ante la posible implantación de sus ovarios en el lugar habitualmente reservado para sujetar periódicos. Semejante asunto me sorbió el seso y me tuvo encerrada en el baño el resto del tiempo, dándole a la meditación.Fantástico invento, a fe mía. Cuando se trata de asegurar la reproducción de la especie son capaces de cualquier cosa. Por supuesto, nada que objetar. Una está por los avances de la ciencia, por el monstruo de Frankenstein, por los bebés probeta y porque a las mujeres nos acaben cubriendo los gorilas, como en los buenos tiempos. Pero permítaseme expresar algunas objeciones, que ya sé no harán mella en la digna profesión médica, pero quizá coincidan con interrogaciones que se plantea el ciudadano. La joven implantada, de cuya peripecia cirugeril dieron anteayer cumplida cuenta los periódicos, con dibujito y todo, es francesa. Lo cual ha facilitado muchísimo a los médicos el éxito de la operación, porque imagínense ustedes que procediera de Cataluña y además fuera una fervorosa sardanista. La fase saltarina de esa entrañable danza popular no sólo contribuye al aflojamiento de la acreditada mama catalana, sino que incluso puede ocasionar molestias en los ovarios estuchados a la tradicional. Qué no ocurriría si los llevaran bajo el brazo. ¿Qué hacer? ¿Habría garantías de que el preciado órgano no fuera a desprenderse y echar a rodar por la plaza de Sant Jaume y luego calle Ferràn abajo?
Lo que más me preocupa, con todo, es saber si se han realizado ya operaciones similares con los chicos. No quiero ni pensar lo que sería ponerse a ligar con el entusiasmo que a una la caracteriza y, ya metidos en faena, encontrarse con un testículo a la altura de la oreja y el otro en salva sea la parte.
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