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Las reformas económicas en la URSS se demoran

Pilar Bonet

Las indecisiones y desacuerdos sobre el alcance de la reforma económica y los temores ante sus consecuencias sociales han obligado a retrasar un importante pleno del Comité Central del Partido Comunista de la Unión soviética (PCUS), que debe trazar las líneas maestras de la perestroika (reestructuración) de Mijail Gorbachov en la economía de la URSS. Fuentes soviéticas bien informadas aseguran que el pleno inicialmente previsto para esta semana ha sido demorado hasta la segunda mitad de este mes, y previsiblemente se celebrará antes de la tradicional sesión de primavera, el 29 de junio, del Soviet Supremo.

El último pleno del Comité Central, el pasado enero, había sido, a su vez, demorado en tres ocasiones, ante la lucha política que le precedió. El Comité Central del PCUS, compuesto por algo más de 300 miembros de pleno derecho, debe decidir esta vez una reestructuración de los organismos de dirección económica y determinar el papel y relaciones entre el Gosplan (el organismo central de planificación), los ministerios y las unidades productivas, así como el Gosnab (el comité de abastecimiento de carácter centralizado).A principios de febrero fue publicado en la Prensa el proyecto de ley de las empresas estatales, que contempla una mayor autonomía y capacidad de decisión de las mismas. Este proyecto -una versión aguada de otras anteriores más radicales- contiene, sin embargo, en su mismo texto, algunos eslabones de reversibilidad que permiten coartar la autonomía concedida. El texto, duramente criticado por los eccirion-iÍstas más radicales, no figura, contrariamente a lo que podría esperarse, en el orden del día de la sesión del Soviet Supremo. Este organismo, formado por dos cámaras, es el encargado de aprobar las leyes en sus dos sesiones anuales.

Un proyecto de ley para la discusión general de las cuestiones importantes de la vida del Estado y otro contemplando la posibilidad de llevar a las autoridades ante los tribunales figuran en el orden del día del Soviet Supremo, que en su última sesión, en noviembre de1986, aprobó una ley sobre las actividades individuales. Esta ley, prácticamente en sus inicios, tropieza con dificultades burocráticas paralelas a las que lastran la actividad económica en el sector estatal mayoritario.

Los más famosos economistas soviéticos protagonizan una amplia discusión en la actualidad y en vísperas del pleno. La necesidad de subir los precios de los bienes de consumo, el recorte de subvenciones, la tansformación del rublo en una moneda convertible y sólida y los despidos en los casos de plantillas laborales redundantes son algunos de los temas a decidir sobre un trasfondo de miedo dada la insatisfacción social que inevitablemente causarán algunas de las medidas recomendadas.El ejemplo polaco

"El ejemplo polaco nos hace medir los pasos", señalaba una fuente soviética refiriéndose a las subidas de precios que en 1981 sirvieron de detonante a la crisis en el país vecino.

"El miedo a las conmociones sociales ( ... ) es uno de los obstáculos más serios en el camino hacia un nuevo sistema económico", afirmaba el economista V. Krivosheev en una mesa redonda publicada por el semanario Literaturnaia Gazeta.

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"El miedo", señalaba, "nos ata literalmente de pies y manos". El economista interpretaba el aferramiento a la antigua vía como "el temor de destruirla sin haber construido nada nuevo". "No podemos movernos sin un mercado, sin totalautofinanciación, sin incorporarnos al mercado mundial y sin libre conversión del rublo", afirmaba.

Pronosticaba Krivosheev un período de transición de "algunos años dificiles" e incluso .una congelación temporal de los niveles de vida". "La perestroika", añadía, "exige valor y sacrificios".

La idea de apretarse el cinturón no tiene, no obstante, buena ace-gida entre la población, que se ve afectada por los primeros pasos económicos de la perestroika.

El economista Pavel Bunich, uno de los implicados en la preparación (le la reforma económica de Gorbachov, constataba la existencia de descontento entre los trabajadores despedidos de los ferrocarriles de Bielorrusia, una empresa experimental donde, en nombre de la eficacia, st, ha eliminado buena parte de la plantilla. Cuatrocientas mujeres despedidas de esta empresa tratada como modélica se quejaban de no haber tenido tierripo suficiente para buscarse otro trabajo alternativo.

Nikolai Petrakov, vicedirector del influyente Instituto Central M atem ático- Económico (Tsemi), se pronunciaba hace unos días por el reforzamiento del rublo y afirmaba que el aumento anual de los ahorros bancarios de los soviéticos durante el período 1981-1985 había superado con mucho el incremento de la renta nacional. Una de las, principales razones de estos ahorros es que "no hay nada que comprar", una frase que se repite frecuentemente enel debate económico en marcha.

La defensa clásica del sistema de seguridades socialista es desmontada pieza por pieza por los comunistas. Así, el profesor R. Khashulatov afirmaba que los argumentos sobre los bajos precios de los alimentos en la Unión Soviética han perdido su validez, ya que mientras "los occidentales gastan entre el 15% y el 35% de su presupuesto familiar en alimentos, los soviéticos gastan mucho rnás", dados sus sueldos mucho más bajos.

"Muchos expertos creen que sería más barato pagar subsidios de desempleo durante unos cuantos meses que mantener masas de gente en la industria que no hacen nada y que pueden quebrantar (y están quebrantando) cualquier esquema de autofinanciación y cualquier intento de aumentar la calidad y la eficacia del trabajo público". De esta forma se expresaba en el último número de Novi Mir el comentarista Nikolai Shmelev, partidario de acabar con la "virginidad ideológica". Ésta "sólo existía de hecho en los cuentos de hadas de los periódicos sobre los trabajadores de choque", afirmaba.

El KGB vigila

En medios intelectuales, que se expresan críticamente dentro de los cauces propiciados por el poder, se mantiene aún el temor de que la reforma emprendida por Gorbachov "desde arriba" sea "reversible". Según estos medios, el Comité de Seguridad del Estado (KGB) sigue atentamente los pasos de quienes toman la palabra al amparo del pluralismo de expresión permitido y registra con cuidado la identidad real de quienes se ocultan tras un seudónimo.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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