Autoridad competente
Pasan los años, uno tras otro, pero algunas de las taras, de los hábitos de la dictadura, permanecen en varios de los estamentos que la sostuvieron, como si el cambio democrático se hubiese producido, en sus obligaciones, solamente para los ciudadanos de a pie. Quien esto firma ha tenido ocasión de comprobarlo -y padecerlo- en fecha reciente.La mañana del 24 de marzo pasado me dirigía, acompañada por una amiga, en mi automóvil a un hipermercado de Majadahonda, cuando, a unos 50 metros antes de la desviación de la calle por la que circulaba, ocupé el carril de la izquierda para doblar hacia la dirección de la calle de mi destino. A los pocos instantes oí un claxon a mi espalda, por lo que intenté echarme a la derecha, pero resultaba imposible por la velocidad de los vehículos que ocupaban ese carril.
Una sirena, con su ilocalizable origen, comenzó a sonar. Pensé si provendría del coche de mi perseguidor, pero por el espejo retrovisor no vi ninguna señal visual -la consabida luz intermitente azul- que indicara que aquél fuera un policía, ambulancia o cosa parecida. Intenté de nuevo irme al carril derecho, pero seguía siendo imposible hacerlo sin riesgo de provocar un accidente. Al fin pude entrar en la deseada calle de la izquierda lo que creí librarme de la corta pesadilla; pero cuál no sería mi asombro cuando, con una maniobra peligrosa, el automóvil que me seguía se atravesó ante mí, obligándome a detenerme con un brusco frenazo, y, quien parecía llevar tanta prisa, pareció perderla, se apeó y, con ademanes chulescos, vino hacia mí, gran puro en boca y barriga prominente.
"Guardia Civil. Documentación", fue toda la explicación que dio como justificación de su proceder. Le entregué uno a uno todos los documentos que me iba pidiendo sin la urgencia que antes había mostrado y poniendo objeciones absurdas a cada uno de ellos, hasta que, no habiendo visto yo ningún signo externo de
Pasa a la página siguiente
Viene de la página anterior
su autoridad: ni uniforme, ni matrícula oficial en su coche, un turismo normal, le pedí que se identificara, a lo que respondió "Con que sí, ¿eh? No la pensaba denunciar, pero ahora lo voy a hacer". De mala gana, y con una brevedad que me impidió tomar completo el número de su carné (2996 ... ), me mostró su documentación, apostillando algo incomprensible para mí: "Servicio de información". Nada más, ni una sola explicación del porqué de la detención.
Ante este acto de la autoridad competente (?), me dirigí al cuartelillo de la Benemérita -que tanto parece agradar al señor Barrionuevo-, en Las Rozas, para denunciarlo, acompañada por mi amiga, que había sido testigo asombrado del atropello, y fuimos humilladas con amenazas que nos hicieron retrotraernos a tiempos no muy lejanos.
Como colofón de esta histo ria, acabo de recibir una sanción de 5.000 pesetas-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.