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Tribuna
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La presencia de la OIT en, el mundo de hoy y de mañana

Durante más de 40 años, un reducido grupo de profesionales de todos los países han seguido la evolución mundial, han templado el fervor belicista, promovido un diálogo sobre el desarrollo, proporcionando asesoramiento y orientación para combatir la miseria; dicho de otra manera, han intentado hacer de nuestro planeta un lugar más seguro y de sus habitantes una comunidad más próspera. Su tarea no ha sido fácil, y falta aún mucho por hacer. Sin embargo, han conseguido fijar los grandes parámetros del comportamiento internacional, así como estructurar un programa para abordar los problemas que hoy enfrentamos.Pero la impaciencia de la opinión ante la supuesta lentitud de este proceso ha llevado a críticas desmedidas contra el sistema de las Naciones Unidas. Se le ha descrito como un armatoste repleto de burócratas bien pagados. Los fundadores de las Naciones Unidas, y quienes ingresaron en la organización en años posteriores, fueron quizá optimistas al esperar que el organismo mundial traería una solución inmediata a todos nuestros problemas. Las Naciones Unidas y sus organismos especializados siguen siendo los únicos árbitros imparciales con que contamos para abordar los problemas políticos, económicos y sociales de la comunidad mundial. Si no dispusiéramos de este sistema, tendríamos que crear otro.

Muchos críticos aducen que el sistema de la ONU es caro e ineficaz. En su nómina hay unos 50.000 empleados, entre ellos, 18.000 profesionales que trabajan para los diferentes secretariados del sistema, y que cuestan a la comunidad mundial unos 2.500 millones de dólares, es decir, casi 50 céntimos de dólar por habitante del planeta cada año. Su trabajo consiste en neutralizar los conflictos, asesorar a las naciones miembros sobre la política económica y social, elaborar códigos de conducta internacional en todas las esferas y supervisar su cumplimiento, combatir la pobreza y el desempleo y ayudar a crear una comunidad mundial sana, homogénea y próspera. Un gasto inferior a medio dólar per capita en tan noble esfuerzo es mínimo cuando se compara con el gasto anual de un solo ministerio. Por ejemplo, el presupuesto íntegro anual de mi organización, la OIT, no llega a 130 millones de dólares, en comparación con los 4.400 millones de dólares asigna dos al Ministerio de Trabajo del Reino Unido y con la previsión de gastos de, aproximadamente, 1.500 millones de dólares para diversos programas laborales en la India en el correr de un año. La OIT, que es tan sólo uno de los 16 organismos especializados de las Naciones Unidas, tiene menos de 2.000 funcionarios, en comparación con más de 60.000 empleados en departamentos de asuntos laborales en el Reino Unido y unos 8.700 empleados en la India. El Reino Unido y la India son sólo dos de los 150 países miembros de la OIT...das. El hecho de que un proyecto concreto de asistencia técnica de las Naciones Unidas beneficie sólo a un reducido número de personas en una región determinada no puede utilizarse como vara para medir los gastos corrientes de la ONU.

Toda la ayuda canalizada a través del sistema de la ONU para financiar proyectos de cooperación técnica asciende actualmente a cerca de 2.500 millones de dólares, en comparación con unos 40.000 millones de asistencia bilateral. A menudo se olvida que los programas de cooperación técnica de las Naciones Unidas representan la cima del iceberg en el esfuerzo mundial por rescatar al pobre de su miseria, alimentar a la gente desnutrida, asegurar atención médica a los enfermos y convertir las cosechas escasas en abundantes. Las Naciones Unidas han tratado sin cesar de adecuar sus proyectos al conjunto de estrategias de desarrollo de los países receptores y, lo que es más importante, procuran satisfacer las necesidades esenciales de la población. Es prácticamente imposible calcular la cantidad de recursos movilizados por los países beneficiarios, que se cuentan por miles o por decenas de miles de millones de dólares. Puede decirse que incluso la ayuda bilateral a las necesidades esenciales ha sido vitalizada gracias a la acción de la ONU.

Mi pertenencia de muchos años al sistema no me impide ver sus puntos débiles. Las Naciones Unidas y sus organismos especializados pueden y deben ser más eficaces, pero esta afirmación también es válida para las Administraciones de muchos de los Estados miembros de las Naciones Unidas. Es necesario forjar una coordinación más estrecha entre los organismos de las Naciones Unidas, pero no una simple coordinación administrativa, sino, ante todo, una convergencia mayor de las políticas de sus distintas instituciones. Al mismo tiempo, cada institución debe perseguir sus propios objetivos con sus propios medios, se precisa una mayor sensibilidad a las actividades de los demás organismos y una mayor apertura a la realización de proyectos conjuntos.

En ese espíritu, la OIT ha hecho un llamamiento a otras organizaciones - internacionales para que pueda -hacer una acción en materia de políticas de ajuste, crecimiento y empleo.

El margen de maniobra de la OIT se ve afectado por muchos factores ajenos a su competencia, como la fluctuación de las monedas y de las tasas de interés. El total del comercio mundial alcanza unos tres billones de dólares anuales, mientras que las transacciones en el mercado londinense del eurodólar representan por sí solas más de 75 billones de dólares anuales. En los tres principales centros financieros se producen diariamente transacciones monetarias por valor superior a 200.000 millones de dólares. Los movimientos de capitales influyen en los tipos de cambio y las importaciones; los tipos de cambio y las políticas fiscales determinan no solamente el precio del capital, sino también el precio del trabajo. Sería peligroso creer que se pueden tratar estos temas de manera aislada.

Ayuda al desarrollo

Las Naciones Unidas y sus organismos especializados pueden justamente reivindicar un carácter de pioneros en la puesta en marcha del concepto de ayuda internacional al desarrollo. El sistema no tiene más electorado que la comunidad mundial. Ha sido el principal catalizador, en la posguerra, de los programas articulados de asistencia a los países menos desarrollados.Son logros irrefutables y dignos de elogio para un organismo que no tiene poder de decisión salvo por acuerdo de todos sus Estados miembros, que tampoco tiene un ejército que imponga esos acuerdos y que sólo le cuesta a la comunidad mundial 50 céntimos de dólar por persona al año. La insatisfacción por los llamados fracasos de la organización no debe ocultarnos el hecho de que este mundo hubiera sido peor sin la presencia física, la in fluencia moral y el liderazgo ejercido por las Naciones Unidas para contener a los agresores, amansar a los tiranos y aliviar los sufrimientos de los pobres. Como subrayo en mi memoria a la 731 Conferencia Internacional del Trabajo, la comunidad mundial ha llegado a una importante encrucijada. El único camino posible para avanzar en nuestra búsqueda de soluciones es la vía multilateral. El sistema de las Naciones Unidas encarna esta propuesta multilateral, y debe ser apoyado y fortalecido para que desempeñe un papel todavía mayor en los años venideros.

Francis Blanchard es director general de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT).

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