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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Acta de Europa

LA APROBACIÓN por referéndum en Irlanda de una enmienda constitucional que permite ratificar el Acta única Europea levanta al fin el último obstáculo para la entrada en vigor, el. 1 de julio, de la primera gran reforma del Tratado de Roma. Este retraso es, sin embargo, significativo de los males que aquejan a la construcción europea. El Acta única tenía que haber entrado en vigor el 1 de enero. Sufre, pues, una demora de seis meses. El texto es, en el fondo, una reforma mínima. Amplía en algunos campos las decisiones por mayoría entre los doce. De hecho, los únicos campos que quedan, con el Acta única, en la regla de unanimidad son la cooperación en política exterior, la fiscalidad, la libre circulación de las personas (por razones, principalmente, del control del terrorismo y el narcotráfico) y los derechos de los trabajadores. Cabe recordar, sin embargo, que en el terreno agrícola la regla de la mayoría estaba ya prevista en el Tratado de Roma, y no funcionó debido a la unanimidad a la que obligó el llamado compromiso de Luxemburgo.

El Acta otorga fundamento jurídico a nuevos campos de cooperación en la Comunidad, como la política de medio ambiente, la tecnología y los temas monetarios. En los nuevos campos de cooperación, el Parlamento Europeo, único órgano de la CE elegido por sufragio universal directo, adquiere importancia mayor, aunque la última palabra la tendrá siempre el Consejo de Ministros. El Parlamento podrá bloquear, sin embargo, nuevas adhesiones a la CE.

En cuanto a la cooperación política, el Acta única empezó a aplicarse antes de haber sido ratificada, lo que demuestra que sólo viene a formalizar lo ya existente. La Secretaría de la Cooperación Política, prevista en el Acta única, funciona desde el 1 de enero pasado. El texto habla sólo de la posibilidad para los doce de abordar conjuntamente las cuestiones de seguridad, pero sólo en sus dimensiones política y económica, y no militar. Los recientes desvelos de los Gobiernos europeos ante las ofertas de desarme de Gorbachov demuestran que, lamentablemente, el único foro medianamente eficaz para tratar estos temas es la OTAN. En un momento crucial para la historia de Europa, ni la CE ni la Unión Europea Occidental (UEO) han sido capaces de lograr una respuesta unitaria a la oferta de Moscú o a la demanda de Estados Unidos de que fueran los aliados quienes respondieran al preacuerdo que el secretarlo de Estado norte i,_meric ano trajo de Moscú. Los intereses de ios europeos son todavía demasiado dispares para ceritrarse sólo en la CE, y, sin embargo, ésta es la única organización que ofrece un verdadero foro de integración para Europa, o su parte occidental al menos.

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A partir del 1 de julio se verá si realmente el Acta vale para avanzar hacia un mercado único entre los doce, culminable en 1992. Ésta es su verdadera razón: la armonización de legislaciones para crear un verdadero mercado interior. España se ha mostrado dispuesta a entrar en este juego, pero le costará un esfuerzo suplementario, ya que aún se estará adaptando a la Comunidad. En razón de ello, el Gobierno español pide que no se olvide algo también incluido en el Acta única Europea: la llamada política de cohesión, que tiende a reducir las aún grandes diferencias económicas entre las distintas regiones europeas.

El sueño de que todos y todo circule sin trabas por los doce y que se amplíen los campos de competencia de la Comunidad parece deseable. Pero para ello se necesitará recabar fondos a través de un presupuesto más eficaz y justo. Una meta tan ardua como imprescindible si se quiere que el Acta única no sea papel mojado.

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