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CORRIDA DE FERIA

El barbero de Aranjuez

El barbero trabajó ayer a destajo y mal en Aranjuez. Los pequeños toros salían a la plaza con los pitones tan defectuosamente afeitados que hasta un ciego los habría visto. Era comentario general en los tendidos. Para mayor simulacro de corrida, los toros no parecían pesar lo que la pizarra indicaba, sino mucho menos El simulacro aumentó en el primer tercio. Los animales eran cambiados con el monopuyazo.Niño de la Capea fue el que más se acercó a lo que debe ser la seriedad de la fiesta. Los únicos momentos bellos de la tarde los logró el salmantino con el capote y la muleta. Eran pases estéticos, sucedidos de otros ventajistas y acelerados. Pero torear no es dar pases. Niño de la Capea, si bien no pegó zapatillazos, se hartó a correr entre pase y pase hasta casi echar el bofe. Fueron dos faenas sin mando ni emoción antes dos esmirriadas y afeitadas babosas.

Marca Niño de la Capea, Ojeda, Espartaco

Tres toros de José Luis Marca y 12, 52 y 61 de Antonia Julia de Marca: de escaso trapío y fuerza, afeitados. Niño de la Capea: pinchazo sin soltar, pinchazo, media perpendicular y descabello (ovación con algunos pitos al saludar); estocada baja (dos orejas). Paco Ojeda: tres pinchazos y estocada baja (ovación); pinchazo sin soltar,pinchazo y bajonazo (más palmas que pitos cuando saluda). Espartaco: media perpendicular (dos orejas); estocada contraria (oreja protestada). Plaza de Aranjuez, 30 de mayo. Primera corrida de feria.

Paco Ojeda se enfrentó, es un decir, a su primer enemigo tras darse éste dos enormes topetazos contra las tablas, tal vez para mejor disimular la labor del barbero. Después se fue al platillo de la plaza y le ensartó una serie de unipases en un palmo. Con el bizco quinto se dedicó también a bailar, hasta que el anovillado animal quedó más moribundo que cuando salió. Entonces, Ojeda, valiente y atrevido, volvió a aplicar la quietud.

El citado presidente redondeó su inepta labor en el segundo de sonrisas Espartaco, el cual creyó haber cumplido con las dos orejas regaladas que obtuvo en su primero y se limitó a machetearlo por la cara, con lo que indignó al público, que le recriminó con inquina. La babosa era tan dócil y sumisa como sus hermanas. Cuando Espartaco se perfilaba para matar se recrudecieron las protestas. El diestro decidió torear y le endosó una serie de mantazos horrorosos y cordobesistas, con lo cual se puso en evidencia y demostró su abulia y falta de profesionalidad anterior. Menos de la mitad de los espectadores pidieron la oreja, que el presidente otorgó con presteza. En el otro de Espartaco, al que también manteó el torero entre sonrisas, el citado presidente tardó 12 segundos en conceder las orejas.

Un presidente que no se había enterado de las labores del barbero, de la supuestamente engañosa pizarra, del monopuyazo puesto además mal, y de los antirreglamentarios manguitos, desenfudaba rápidamente el pañuelo a la hora de los trofeos. Una lección de como no se debe presidir una corrida.

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