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Celosos

Parece que la pasma más carca quiere más pasta y se ha apuntado a la seductora oportunidad de ponerse en huelga de celo, lo cual, visto desde este lado de la barrera, puede encoger los ánimos y paralizar las ánimas. ¿Qué no osarán hacer si, como amenazan, insisten en cumplir estrictamente con el reglamento? Por el amor de Dios, que alguien me traiga un reglamento antes de que sea demasiado tarde.Hay gremios que si se ponen a cumplir celosamente no despiertan desconfianza ni mucho menos espanto. Verbigracia, las modistillas, los panaderos, los fontaneros -benditos sean-, los jardineros, las planchadoras, las cerilleras, las castañeras, las lagarteranas, los zapateros... Hay gremios cuyo reglamento, aunque no esté escrito, todos sabemos que existe para el bien de la comunidad. Cuando no funciona bien es porque se lo saltan.

Sin embargo, con otras ramas de la actividad humana no ocurre lo mismo. Ya no hablo de los verdugos, felizmente superados en nuestro país y condenados a agarrotar gallinas. Pero fijense en los médicos, que cuando te quieren favorecer poniéndose selectos, los únicos que aumentan sus ingresos son los vendedores ambulantes de tiendas de oxígeno y bisturíes de contrabando. Otro tanto ocurre con los jueces, de cuyo picajoso sentido del deber tienen ustedes contínuamente noticias a través de los periódicos, y que se dedican no sólo a hacer cumplir las leyes que existen, lo cual, de por sí, ya es una cruz suficiente, sino también a dictar sentencias arbitrarias aprovechando los vacíos legales.

El personal de transportes encelado tampoco es manco. Especialmente el que se mueve por el espacio aéreo: como les dé por cumplir con las ordenanzas con religiosidad exquisita, te llevan a Oviedo pasando por Disneylandía y ni siquiera te dejan bajar para saludar a Mickey Mouse.

Lo de la policía es de escalofriar. Es que yo, ahora mismo, me encuentro con un madero en estado de celo y no sé qué hacer. Vamos, que pierdo los papeles. Y los papeles son lo primero que te piden, según el reglamento.

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