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Los psiquiatras afirman que Klaus Barbie goza de paz interior

Lluís Bassets

Klaus Barbie, el ex comandante de la Gestapo, "se mantiene en una representación idéntica de sí mismo que excluye toda culpabilidad", al decir de los informes psiquiátricos presentados al tribunal de lo criminal de Lyón que le juzga por crímenes contra la humanidad. "Su estructura mental, de una lógica sin fallos ni contradicciones, no deja entrever ni un solo conflicto interno", aseguran los expertos. El espacio vacío en el banquillo del acusado da testimonio del último gesto coherente de Barbie, que no ha querido seguir compareciendo, a sus 73 años y debilitado por los achaques, en un proceso que podía llegar a minar sus sólidas defensas.

Barbie no podrá mirar a los ojos de los testigos que iban a declarar en su contra. No podrá tampoco hacer efectivas las amenazas, que debían poner en duda el papel de muchos resistentes y desvelar traiciones y colaboraciones. El proceso contra el carnicero de Lyón cuenta a partir de ahora sólo con Jacques Vergés, el defensor, en la función del actor inquietante, dispuesto a juzgar la guerra de Argelia, la Resistencia y a Francia entera si es preciso.Pero la apertura del juicio, sus educadas declaraciones sobre la ideología nazi, la ausencia de cualquier señal de arrepentimiento, parecen haber dejado ya su huella en la conciencia francesa. "Cada vez que algo puede revelarle un fallo, una carencia o un conflicto, se refiere a una instancia imaginaria exterior a él", dice el informe. Y sigue: "Así es como la ideología nazi ha funcionado, para él, como un apoyo exterior necesario para sus defensas internas. Cerrado a cualquier alteración, no puede tolerar nada que no conozca o no esté ya inscrito en la lógica de lo que él piensa. Prisionero de su imagen, no puede cambiar, buscando el mantenerse idéntico, prohibiéndose casi envejecer o declinar".

El Klaus Barbie que se niega a salir de la cárcel lionesa de San José se cree, pues, el mismo que señoreaba por las calles de Lyón hace 44 años. Su presencia en Francia desde 1983 no ha dejado de sembrar la inquietud, pero su juicio parece haber removido todos los viejos fantasmas. Mientras se abría el proceso, el dirigente ultraderechista Jean-Marie Le Pen clamaba por el internamiento forzoso de los sidaicos (enfermos de SIDA) en sidatorios, y el ministro del Interior, Charles Pasqua, prometía trenes llenos de inmigrantos expulsados.

El diario Le Monde dió cuenta ayer de la existencia de una propuesta socialista española de crear espacios de acogida para los emigrantes, en los que se realizaría el filtrado de las peticiones de entrada. Tal propuesta fue presentada, según el diario parisiense, en un foro europeo de ministros del Interior y de Justicia.

El Gobierno y, sobre todo, Charles Pasqua, decididos a dar carnaza a la fiera para ganar las presidenciales, quieren aprobar el Código de la Nacionalidad para ganar terreno electoral a Le Pen. Los miedos y las pulsiones de los sectores sociales en disputa no están lejos de la descripción psiquiátrica de Barbie, y en cambio, más que los fantasmas del pasado, el proceso de Lyón parece haber removido los posos más sucios de las aguas del presente.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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