Ráfagas de tormenta en las finanzas
La escena económica internacional se está poniendo un tanto desagradable. Una guerra comercial puede estallar en cualquier momento. La mejora que se esperaba en el hemorrágico déficit comercial de Estados Unidos ha resultado de poca consideración.Por ello, pese a los acuerdos de estabilización y a los esfuerzos de los Gobiernos, el dólar cae en picado a nuevas profundidades frente al yen y el marco.
Ya se ha metido a Japón en una recesión del crecimiento. Y cada nueva subida del yen socava la posibilidad de beneficios de los exportadores japoneses. Tanto los jefes del establishmen como el público en general en Japón están empezando a sufrir un complejo de persecución.
Resentimiento
El resentimiento del Congreso norteamericano contra Japón hierve hasta consumirse y amenaza con una erupción en forma de una ley proteccionista del comercio. La Casa Blanca, enfurecida por las supuestas violaciones del pacto de semiconductores por los exportadores japoneses, que los están vendiendo por debajo del preció de coste en los terceros mercados grises reacciona con unas tantas del ciento por ciento sobre varias importaciones electrónicas de Japón.
No crean que esto es sólo importante para los norteamericanos y japoneses, que sea algo que los españoles puedan leer en su periódico con la divertida objetividad e indiferencia que le pueden dar a la Liga de béisbol americana o las sublevaciones centroamericanas.
La debilidad del dólar ya ha hecho que el Banco de la Reserva Federal haya subido los tipos de interés. El hundimiento en el precio de los bonos que esto ha producido ha hecho bajar en más de 100 puntos el índice Dow-Jones. Más cerca de nosotros, los tipos de interés sobre hipotecas domésticas han subido del 8% al 10% en una quincena desde que se empezó a considerar necesaria la defensa del dólar.
Pero lo peor de todo es que los observadores inteligentes y bien informados no pueden averiguar quién tiene la culpa, si es que alguien la tiene, ni encontrar una buena línea política para que Washington la siguiera y para que exhortara a seguirla a los Gobiernos de Tokio, Seúl, Bonn y Bruselas.
Déjenme aplicar los instrumentos de la ciencia económica a estos enigmas. Guión pesimista (literalmente, del peor de los casos).
Primero abandona la creencia irrealista de que la depreciación del dólar es inventada por la voluntad de funcionarios norteamericanos. Es verdad que el secretario de Estado del Tesoro, James A. Baker III, esperaba que la apreciación del yen y del marco sería una medicina suficientemenfie fuerte comopara curar el déficit comercial norteamericano. Pero fueron las fuerzas del mercado, ftincionando según las leyes de la economía, las que empezaron a hacer que el dólar flotara hacia abajo a principios de 1985, an tes de que Baker se diera siquiera cuenta de lo que estaba sucediendo.
La caída del dólar en este año, de 160 yenes por dólar a 140, se registró en contra de los fútiles esfuerzos de estabilización tanto del Banco de Japón como del Tesoro norteamericano. El rey Canuto no pudo hacer retroceder Ja marea. Los consorcios G-5 o G-7 de grandes naciones no tienen los recursos combinados como para desviar los tipos de cambio ni siquiera durante una semana, y mucho menos por un período de años.
Un dólar barato y un marco y un yen caros han cortado, en acto, las importaciones fisicas de América. Y realmente han aumentado nuestras exportaciones físicas -justamente como los economistas esperan que funcione la Tedicina de la devaluación-. Pero hasta ahora estos esfuerzos físicos no han sido lo suficientemente grandes como para compensar los precios más altos en dóláres que, los exportadores han podido cobrarnos. Es un triste hecho que ni siquiera el déficit comercial del dólar haya tomado un giro decisivo hacia la mejoría.
Retos impensables
Un economista debe enfrentarse con lo impensable.
1. Tal vez haga falta una continuada depreciación del dólar para hacer una mella de importancia en el déficit de la balanza de pagos norteamericana.
2. Tal vez los extranjeros seasusten de la debilidad continua del dólar en los mercados de divisas y empiecen a huir del mismo.
3. El resultado de esto sería una mayor debilidad del dólar en el futuro; continuación del pánico en el Banco de la Resdr va Federal de Paul Volcker, que continuará defendiendo el dólar subiendo el precio del dinero, y en consecuencia, más días de hundimiento en Wall Street, su bida en las hipotécas y problemas en la nueva construcción (en dos palabras, una recaída en 1987 a la recesión del crecimiento norteamericano, acompañada por unos mayores tipos de inflación conforme el dólar vaya comprando menos mercancías del extranjero).
4. La mala suerte que el pre sidente Carter encontró a fina les de los setenta puede empezar a encontrársela el ha sta ahora afortunado presidente Reagan. Y esta nueva mala suerte de Ronald Reagan sería ciertamente sentida de manera negativa por el Mercado Común, por la cuenca del Pacífico y por los paises en desarrollo de América Latina, África y Asia.
Tan sólo los supersticiosos y los avestruces creen que el enfrentarse con las posibilidades adversas las va a causar. Pero en cualquier caso, existen posibilidades de que el guión pesi mista no tiene porqué suceder.
¿Cómo pueden los jefes responsables minimizar la posibilidad de un colapso internacional?
1. Es un juego peligroso el intentar estabilizar los tipos de cambio en cualquier nivel dogmático. Esto tan sólo prolonga y acentúa la agonía.
2. El Banco de la Reserva Federal debe moderar prudentemente sus esfuerzos para sostener el dólar. El seguir subiendo los tipos básicos de interés que cobran los bancos puede fácilmente escaparse de las manos y contribuir a un frenazo en Main Street y a una avalancha en Wall Street. Más tarde, el Banco Federal puede reanudar el control si los riesgos lo hacen necesario. Ahora es un momento para la moderación.
3. Japón y la República Federal de Alemania deben enfrentarse con sus necesidades internas con un estímulo y apoyo macroeéonómico. No deben actuar para agradar a Estados Unidos: la econometría indica que obtenemos pocas exportaciones de la expansión de sus ingresos producidas por medidas políticas. Deben obrar, pues, por su propio interés y con ello tratar de evitar una recesión mundial que es absolutamente innecesaria.
Lo mejor
Lo mejor sería mantener bajo el yen y las divisas europeas bajando los tipos de interés allí, mejor que subiéndolos en EE UU. Esto es lo mejor para todos.
El tiempo no se está acabando. Tenemos todavía un amplio campo de acción.para tomar las necesarias medidas de política económica. El primer ministro Nakasone debe repensar sus prioridades en la estructura fiscal de Japón y Ronald Reagan tiene todavía tiempo para modificar su dogma contrario a todo nuevo impuesto.
Es mucho lo que está en juego.
Traducción de Javier Mateos.
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