Hart o la vuelta del sexo a la arena política
La dimisión del candidato demócrata no presagia una vuelta a la moralidad en EE UU, pero sí una nueva traba para los cargos públicos
La democracia instantánea electrónica en que se ha convertido Estados Unidos gracias a la televisión ha ofrecido esta semana dos espectáculos apasionantes y en cierta medida incomprensibles para un europeo. La investigación pública y en directo por el Congreso de un abuso de poder y de una presunta conspiración estimulada desde los sótanos de la Casa Blanca, para privatizar la política exterior norteamericana, y el imprudente comportamiento sexual de un candidato a la presidencia.
El público ha manifestado una clara preferencia por el segundo, y el escándalo Hart, para alivio de la Casa Blanca, ha distraído a la opinión del Irangate, la crisis más grave de la presidencia de Ronald Reagan. Como ha dicho Johny Carson, el más famoso presentador de la televisión norteamericana, el sexo se ha bajado del púlpito (referencia al reciente escándalo sexual protagonizado por el predicador electrónico Jimmy Baker) y ha vuelto a su sitio natural, la política".En el primer caso, el sistema ha iniciado un proceso de autoflagelación que podría destruir otra presidencia o, como mal menor, las apiraciones del Partido Republicano a continuar en la Casa Blanca en 1989. En este contexto, el principal candídato demócrata a la presidencia se autoinmola políticamente, destruido por una historia reicidente de adulterio y mentiras.
Gary Hart, pillado en flagrante engaño a su mujer, por The Miami Herald, con una modelo de 29 años, y rematado por el The Washington Post, que tiene lista para su publicación la historia de otra amante reciente, ha arrojado la toalla culpando al sistema. "El sistema para seleccionar a nuestros líderes nacionales reduce a la Prensa en esta nación a cazadores de los candidatos presidenciales, y los candidatos presidenciales ser cazados", afirmó un desafiante Hart, al anunciar el viernes su, retirada.
Gary Hart, un personaje enigmático y frío educado por una madre estricta en el seno de la puritana Iglesia del Nazareno, de la que estuvo a punto de convertirse en reverendo, había creído que podía romper las reglas del juego.
A pesar de la existencia de una fuerte vena moralista y puritana en este país, una encuesta publicada por el The New York Times reveló esta semana que la infidelidad matrimonial tiene mucha menor importancia para los votantes que el haber engañado al fisco, haber estado sometido a tratamiento psiquiátrico o consumir cocaína. El caso Hart no presagia, según los observadores, una nueva era de moralidad en EE UU, pero sí una mayor exigencia, bastante hipócrita para algunos, de rectitud en los candidatos a cargos públicos.
Esta hipocresía es denunciada por Rrick Kaplan, ejecutivo de la cadena de televisión ABC, cuando afirma que si todos los adúlteros salieran a la luz y votaran por Hart, su victoria dejaría pequeña a la de Reagan en 1984.
Franklin Delano Rooselvet y John Kermedy, considerados dos grandes presidentes de este siglo, nunca tuvieron que enfrentarse a un interrogatorio de este tipo. Y es bien sabido que mantuvieron relaciones adúlteras repetidas durante sus mandatos.
Pero eran otros tiempos y otra Prensa menos inquisitíva. En 1963, un reportero fue enviado a seguir a Kennedy en una visita a Nueva York y descubrió cómo el presidente recibía en su suite a una conocida actriz. Inmediatamente llamó a su diario para recibir de su jefe un jarro de agua fría. "Eso no es noticia".
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