Dejar las armas y dialogar con el Estado
Renato Curcio y Mario Moretti, considerados los padres históricos de las Brigadas Rojas italianas, han lanzado desde la cárcel una llamada a sus seguí-dores afirmando que la lucha armada debe ser abandonada y que ha llegado el momento de dialogar abiertamente con las fuerzas políticas y el Estado. Esta carta-proclama ha coincidido en el tiempo con la actuación conjunta de las policías española e italiana en Barcelona, Ibiza, Roma, Turín e Imperia.Curcio y Moretti no piden nada: ni perdones ni indultos generales. Quieren sólo que se les escuche y se discuta sobre lo que para Italia fueron los llamados "años de plomo". Tampoco reniegan. Dicen que se han dado cuenta de que hoy la revolución sangrienta no tiene sentido, por lo que quienes siguen matando no tienen ningún derecho a presentarse como los herederos de las Brigadas Rojas históricas que ellos representan.
La carta de Curcio y Moretti, este último considerado el cerebro del secuestro y asesinato de Aldo Moro, ha provocado un apasionado debate. Todo el mundo está de acuerdo en que el problema no se puede abandonar, pero no coínciden en el modo de resolver la situación de estos miles de jóvenes, que ayer creyeron llenar con las armas el vacío producido por la crisis de la izquierda italiana y ahora, ya maduros, confiesan desde las cárceles especiales su derrota política. Magistrados y políticos insisten en que lo importante es poder recuperarles, incluso sin que dejen la cárcel, para una acción política progresista.
Los 'irreductibles'
El problema es que algunos de los ex terroristas aún en la cárcel, los llamados arrepentidos, piden aun más de Renato Curcio y Mario Moretti; por ejemplo, los de Primera Línea, a los que les gustaría que, como han hecho ellos, la organización fuese disuelta. Otros, entre los llamados irreductibles, es decir, ni arrepentidos ni disociados, como Barbara Balzarani, Giovanni Senzani y el grupo que actuó en el secuestro de Moro y que intentó huir de la cárcel de máxima seguridad de Rebibbia (Gallinari, Seghetti, Piccioni y Delle Veneri), insisten en que las Brigadas Rojas "aún no han sido derrotadas".
Probablemente es en esta facción en quienes se apoyan para no perder el cordón umbiflcal las llamadas "nuevas Brigadas Rojas". Parece que estos nuevos terroristas están menos ideologizados que los históricos y viven de la droga y asociados con el crimen organizado. Para jueces y policía la cuestión es si estos novisimos, menos idealistas que Curcio y Moretti y con más conexiones con el terrorismo internacional, existen como una verdadera organización.
En los tiempos del asesinato de Moro, las fuerzas políticas se dividieron entre los partídarios de la firmeza, que se oponían a todo tipo de negociación para salvar el concepto de Estado, y los que consideraban la vida de Moro más valiosa que un concepto abstracto. Hoy existe el peligro de que frente a la petición de Curcio y Moretti de abrir una página nueva, se vuelvan a dividir en Italia las fuerzas políticas.
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