Presos
Supuestamente se nos ingresa en estos centros con la hipotética finalidad de reeducarnos y reinsertarnos.La realidad de la cárcel la conocemos todos aquellos que vivimos en ella. Llevo internado en el centro de Alcalá-Meco desde el mes de agosto de 1984 hasta la presente fecha. Durante este período de tiempo han estado al frente de la dirección tres directores diferentes. Refiriéndome al actual director, Santiago Martínez Cadarso, bajo mi opinión, de los tres directores ha sido el más equitativo en algunos aspectos, pero durante su gestión en este centro es cuando sus subordinados (no todos) han cometido mayor número de abusos y de agresiones a los internos; y cuando me refiero a internos lo hago a los de siempre, porque siempre somos los mismos (los denunciantes) los que nos mostramos contrarios a que se nos despersonalice por el simple hecho de ser víctimas.
De las 200 denuncias que no han logrado prosperar, algunas de ellas las efectué yo. ¿El porqué de que no prosperaran? ¡Es obvio! El poder nunca se contradice a sí mismo. En una de estas denuncias existieron pruebas suficientes que demostraban la existencia de malos tratos en este centro. Los hechos que dieron curso a esta denuncia ocurrieron el 27 de agosto de 1985 cuando, entre las 22.30 y las 23.30, un interno del módulo 2 de aislamiento ingirió vidrios y, ante las molestias de la ingestión, llamó al
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funcionario para comunicarle la necesidad de asistencia médica; dicho funcionario, en vez de realizar las funciones de su cargo, que serían llamar al médico para atender a un enfermo realizó lo que en estos casos es normal: avisar a dos compañeros más, y entre los tres le propinaron una contundente paliza más, trasladándolo a Aislamiento 3. Yo, que ocupaba una de las celdas colindantes a la del interno que sufrió la agresión, a la mañana siguiente fui excarcelado, requerido en diligencias por el Juzgado número 1 de Alcalá de Henares para tomarme declaración sobre una de tantas denuncias por malos tratos de las muchas que tenía cursadas en ese juzgado. Dada mi indignación ante la ineficacia de mis denuncias, le expuso al seflor juez lo que un delincuente al que continuamente torturan opina de la justicia. El juez me pidió pruebas que verificaran la existencia de las supuestas agresiones que nos inferían los funcionarios. Le relaté los hechos ocúrridos la noche anterior y de inmediato dio orden de que el médico forense examinase al interno que siffirió la agresión. A mi regreso del juzgado me encontré con que todos los internos de Aislamiento 2 habían adoptado poitura reivindicativa de huelga de hambre exigiendo el fin de los malos tratos. Esa misma noche me visitaron dos funcionanos, los cuales, tras propinarme una tremenda paliza, me amenazaron de muerte con ánimo intimidatorio para que retirase la denuncia.
Dado que mi vida corría pelígro, y ante la impotencia que sentía, no me quedó otra solución que autolesionarme, clavándome un hierro punzante a la altura del abdomen, para ser trasladado al hospital penitenciario, donde no se me ingresé por no haber plazas vacantes en el departamento de régimen especial que me correspondía.
Desde que ocurrieron estos hechos hasta últimos del mes de septiembre, la mayor parte de los funcionarios que efectuaban servicios en los módulos de aislamiento me amargaron la vida con continuas represalias de todo tipo, desde redactarme partes penitenciarios con hechos inexistentes hasta las más mezquinas, como no permitirme efectuar compras en el servicio de economato necesarias para mi uso diario, como tabaco, pasta de dientes, maquinilla de afeitar, etcétera.
Ante esta situación cursé varios escritos al juzgado de vigilanciá penitenciaria, de los cuales no recibí respuesta alguna, por lo que efectué una huelga de hambre y nuevamente me autolesioné.
Varios días después fui, recibido en audiencia por el juez de vigilancia penitenciaria, quien comprobó cuál era mi estado físico en ese momento.
Seguidamente le mostré la numerosa documentación de todas las denuncias que habíamos efectuado desde el mes de mayo, así como numerosos resguardos de telegramas, recortes de prensa y borradores de escritos dirigidos a otros medios de comunicación.'El mismo día que me entrevisté con el señor juez se me trasladó de departamento por mandato de éste, evitando la custodia de los funcionarios contra quienes tenía cursadas denuncias. Días después de este hecho se me trasladó al centro de Ocaña 1. Todo esto que relato consta en conocimiIento de los juzgados números 1 y 2 de Alcalá de Henares, así como del citado juzgado de vigilancia penitenciaria, de la Asociación de Abogados Jóvenes de Madrid, de los presos que lo hemos sufrido y de quienes nos lo hicieron sufrir. ¡Que lo cuenten como quieran!- Centro Penitenciario de Alcalá-Meco.
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