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Ni siquiera los italianos entienden su última crísis

Juan Arias

Los títulos de los comentarios de la Prensa sobre la quinta disolución consecutiva del Parlamento italiano tras una crisis de 56 días fueron ayer muy coloridos: Payasada general, Se acabó la comedia, Suicidio a la italiana, Por el camino de Babel, Entre el drama y la paradoja. Si antaño se decía que para los extranjeros, incluso periodistas, era casi imposible entender el laberinto de la política italiana, esta vez se ha escrito que la última crisis "no la entienden ni los italianos".Para explicarla se ha recurrido a desempolvar la historia. Se han citado desde Catón, cuando decía "Chartago delenda est" para aplicarla, como ha hecho Il Manifesto, a la Democracia Cristiana (DC) afirmando que sólo "destruyendo su poder" se podrá descifrar el jeroglífico de la vida política de este país, hasta el pensamiento de Mao Zedong de que cuanto mayor es el caos, más cerca está la solución. Pero el divino Andreotú ha sentenciado con agudeza que "lo que pasa es que no pasa nada" y que por eso pasa todo lo que pasa".

Sin embargo, esta vez los observadores -incluso los más prudentes- piensan que sin una reforma institucional, por lo menos de la actual ley electoral, el peligro es que se acabará no sólo con Gobiernos que, nuevamente, duren menos de un año, sino con elecciones -anticipadas cada seis meses. Después de la batalla campal que se ha desarrollado durant¿ los dos meses de crisis, donde paradójicamente se hanpeleado entre sí los viejos aliados de gobierno y se han hecho an-iigos cada uno de ellos con sus adversarios -los democristianos con los comunistas y los socialistas con los radicales y demoproletarios-, ahora todos afirman que han vencido.

La DC cree que ha derrotado al líder de¡ Partido Socialista (PSI), Bettino Craxi, y el PSI, a su vez, sostiene que la DC ha quedado aislada y humillada. Está convencido de haber ganado igualmente el Partido Comunista Italiano (PCI), que canta feli7-so,bre:las ruinas del desolado pentapartido.

Los radicales son los únicos que saben que han perdido la batalla de hacer los reférendos sobre la energía nuclear y la justicia. Pero precisamente por esoserán ellos quienes más luchen, y en parte de la decisión que adopten de presentarse con listas propias o en las listas del PSI podrá depender el resultado de las elecciones.

En efecto, si el duelo ha sido entre la DC y el PSI, no cabe duda de que del hecho que puedan obtener un punto más o un punto menos en las urnas dependerán muchos de los equilibrios futuros de gobierno.

A partir de mañana, cada partido desenvainará su espada para convencer a la gente de que sin ellos volverá al caos.

Un caos en el que en realidad el que menos cree es el hombre de la calle, que vive cada día mejor y que considera la política como un juego menos interesante que las quinielas.

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