Las huelgas
Cuando la huelga se toma come patente de corso para toda clase de presiones, coacciones y violencia no es admisible. Así, no lo es que todo un colectivo médico paralice la ya de por sí mala asistencia de la Seguridad Social, para seguir manteniendo sus privilegiadas situaciones. Porque, no nos engañemos, detrás de la retórica de una mejor asistencia al enfermo que encierra la demanda de los médicos lo que subyace es la mejora de sus nóminas. Cosa comprensible, siempre que lleve aparejado una mejora real en la asistencia, puntualidad en los horarios, esfuerzo sincero a favor de una medicina socializada y la renuncia a la multiplicidad de puestos de trabajo.Resulta chocante contemplar a los respetables doctores arrojar sus batas blancas, promover huelga y montar piquetes ahora que el Gobierno pretende hacer una reforma -mala o buena-, cuando durante tantos años, en que la asistencia que impartían era tan mala como la actual, no han dicho "esta bata es mía". Lo que pretenden es que siga pasando lo que pasaba antes, que lo que cambie lo haga de tal forma que no cambie nada. Salvo honrosas excepciones que demuestran propugnar una auténtica reforma sanitaria.
Dentro de esa alegre dinámica de huelgas, tampoco es aceptable que grandes empresas públicas como Renfe, Aviaco o Iberia -que cuestan sudores a cada españolito y donde se trabaja poco y mal- paralicen a todo el país cada vez que negocian un convenio. El derecho de huelga es respetable, pero llega uno a pensar con qué derecho te joroban aquellos que tienen un puesto seguro, un buen sueldo seguro. Muchos obreros en paro, quienes se ganan la vida como pueden en la economía sumergida, los que se han de arreglar con el salario base no llegan a entender muy bien cómo los sindicatos mayoritarios no le ponen una dosis mayor de racionalidad y de equidad a los planteamientos reivindicativos. Da la sensación que los sindicatos de clase están por la buena clase.
Igualmente es inadmisible que las reivindicaciones lleven al secuestro de personas, al vandalismo, a buscar la provocación de las fuerzas de orden público, a cortar vías férreas y carreteras. Destrozar lunas de escaparates, señales de tráfico, farolas, volcar coches, incendiar autobuses y demás desmanes no es realizar huelgas. No es ético justificar que todo vale a la hora de plantear los problemas, por importantes que éstos sean. A los grandes problemas hay que echarles grandes dosis de imaginación. Es justo cuando los dirigentes han de dar la talla y no sirve desmelenarse y tirar por la calle de en medio. Las cosas fáciles las hace cualquiera.-
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