El homenaje era otro
El homenaje que a la memoria de Emilio Guruceta y de su juez de línea Eduardo Vidal debió ofrecer el fútbol en su día fue el de aplazar, siquiera por 24 horas, el Osasuna-Real Madrid, partido que se encaminaban a dirigir cuando la muerte les asaltó en la autopista. La federación tuvo el odioso gesto de permitir que se celebrara este partido, con los cuerpos de los accidentados aún calientes. Y pudo hacerlo gracias a alguien que destacó por encima de todos en aquel disparate: el árbitro Pes Pérez, cazado a lazo a última hora y que se prestó sin empacho a dirigir el partido que debía haber arbitrado Guruceta. La mala conciencia que tan desastrosa actitud dejó en el mundo del fútbol ha dado paso a un acto triste y sin sentido: el partido de ayer. Con fecha mal escogida, apresurada y discutida, una sedicente selección nacional, con la que el Madrid no quiso colaborar, jugó una pachanga contra un Murcia reforzado. En el intento de convencer a Mendoza para que cediera a Butragueño, se llegó a proclamar formalmente que se trataba de una ficción de partido, que el ídolo podría jugar unos minutos y marcharse.Para afear más la cosa, se llegó a atrasar la hora de comienzo, a fin de dar lugar a que entrara en el campo más gente para abrigar la escandalosa frialdad de las gradas desnudas. Radiotelevisión Española, que deja de lado tantos acontecimientos deportivos de primer orden, se sumó al acto y lo hizo más triste e inconsecuente aún.
Más hubiera valido atrasar hasta este miércoles vacío el Osasuna-Real Madrid de Copa.
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