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La Iglesia salvadoreña celebra dividida el aniversario del asesinato del arzobispo Romero

Los actos conmemorativos del séptimo aniversario del asesinato del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, se celebraron ayer marcados por una profunda y áspera división entre la jerarquía de la Iglesia católica y las bases populares.Mientras la Iglesia oficial, presidida por uno de sus jerarcas, el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, se limitó a celebrar una misa en la catedral metropolitana, en la que cuestionó severamente a los que "utilizan como bandera política" la memoria del arzobispo Romero, fuera del templo una entusiasmada multitud integrada por miembros de las comunidades de base, comités de madres de los desaparecidos y sindicalistas desarrollaba su propio acto de homenaje.

Antes, estos grupos populares habían marchado por las principales calles de la capital, pese a la intensa propaganda de la oficina de relaciones públicas del Ejército que anunciaba que había "extremistas infiltrados" en la manifestación y que provocarían desórdenes.

En la misa oficial, el primer detalle que marcó las diferencias que luego se acentuarían entre jerarquías y bases fue la ausencia del primer prelado de la Iglesia católica salvadoreña, Arturo Rivera Damas. Éste, sin importarle la trascendencia del acto y el hecho de que hubiesen llegado al país centenares de religiosos de Estados Unidos y Europa, simplemente optó por evadir sus responsabilidades y se marchó a un "retiro espiritual".

Ya en la misa, y mientras fuera el bullicio y los vivas para el arzobispo asesinado subían de tono, Rosa Chávez inició su mensaje pastoral cuestionando a los biógrafos de Óscar Arnulfo Romero. "Sólo presentan la dimensión política de monseñor Romero", dijo Rosa Chávez. Luego explicó que estos biógrafos "se toman la libertad de considerar al pobre como sinónimo de revolucionario".

La gente que había abarrotado la catedral escuchaba sorprendida la predicación del prelado. Lo peor, sin embargo, vino después. Rosa Chávez, un obispo relativamente joven que ha sido criticado duramente por la izquierda por "parcial, arribista, ambicioso y falto de contacto con los pobres", trató de deslegitimar la acción de los grupos populares que desfilaron para recordar la figura y la obra del arzobispo Romero.

"Sólo se acercan a él si traen pancartas y la garganta llena de consignas políticas", acusó Rosa Chávez, para luego lamentarse de que estos grupos "han arrebatado" al asesinado arzobispo para convertirlo en bandera política".

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En opinión de sacerdotes que trabajan cerca de las comunidades de base, la jerarquía católica salvadoreña "está distanciada del pueblo". Además, según estos curas, los obispos "manipulan la vida, el martirio y la sangre" de Óscar Arnulfo Romero.

Como sucede en la polarizada sociedad salvadoreña, la Iglesia católica da muestras claras de que ha sido infectada ya por la peste de la división.

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