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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevos signos de alarma

LOS GRAVES sucesos de la semana pasada en Reinosa desempeñaron el papel, por su propia radicalidad, de despertador político y social: la alarma que allí sonó afecta a aspectos decisivos de la actual situación española.Dejando al margen los problemas, derivados de la ausencia de una política de seguridad y orden público digna de tal nombre, el espectacular desbordamiento de las direcciones sindicales que tuvo ocasión de comprobarse en la localidad cántabra -lo mismo que está sucediendo en Hunosa-, más la falta de autocrítica por parte de esas direcciones, puso de relieve las dificultades con que se encuentran hoy los sindicatos para definir su campo específico de actuación.

La confluencia de corporativismo, inmadurez y radicalismo que está presente en la actual oleada de conflictividad social indica la falta de liderazgo de las organitaciones sindicales para encabezar de manera coherente la protesta social. Y sin embargo, con excepción de los dos últimos años, en los que la firma del acuerdo entre UGT y la patronal amortiguó las tensiones, la conflictividad actual no es muy superior en intensidad a la de otros años en época de renovación de los convenios colectivos. La novedad reside ahora en la superior repercusión que deriva de la participación de colectivos como los médicos o los estudiantes, lo que amplía hacia las clases medias y acomodadas el número de ciudadanos que se ven implicados directa e indirectamente en los conflictos.

La competencia entre las centrales sindicales no es ajena tampoco a esta situación. Unión General de Trabajadores mantuvo el primer puesto en las recientes elecciones, pero perdió posiciones en las principales empresas del país, incluyendo algunas, como Renfe o Telefónica, cuyos conflictos pueden producir un mayor impacto social. La paradoja de que la pérdida de posiciones del sindicato socialista fuera proporcionalmente mayor en sectores en los que había desarrollado posturas más radicales, como la banca, no impidió, tras las elecciones, una radicalización general de la dirección de dicho sindicato, temeroso de ser acusado por unos y otros de oficialista.

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En cuanto a Comisiones Obreras, la división entre las familias comunistas que controlan su dirección, fundamentalmente carrillistas y gerardistas, Precisamente cuando se ha abierto la sucesión de su líder carismático, Marcelino Camacho, está provocando tensiones y maniobras que indefectiblemente son llevadas al terreno de la confrontación social. El oportunismo de iniciativas como la de convocar una huelga general de la sanidad, aceptando sumarse a un carro que conducen los sectores más reaccionarios y corporativistas de la profesión médica, es inseparable de esa batalla por no quedarse atrás que se libra entre CC OO y UGT, por una parte, y entre sectores rivales del sindicato comunista, por otra.

Pero la reacción de dignidad mancillada adoptada por el Gobierno y el PSOE ante esta ofensiva, escenificada ayer por el número tres de la jerarquía socialista, Txiki Benegas, era lo que faltaba para aderezar el panorama. Según el secretario de organización del partido socialista, siendo así qué la política del Gobierno es progresista y solidaria, beneficiosa para todos, no cabe la protesta, y la culpa de lo que pasa es únicamente de la oposición. Ante semejante exhibición de las capacidades reflexivas y de las cualidades de observación que lucen los dirigentes del primer partido del país, no nos extraña lo más mínimo el hecho de que durante las últimas semanas, la fotografía más repetida de España en las primeras páginas de los periódicos europeos y norteamericanos sea la de un guardia emprendiéndola a porrazos o la de un manifestante emprendiéndola con el guardia.

Agradezcamos que Benegas haya tenido el acierto de no hablar de la conspiración de la Prensa internacional, cuando ya otros colegas suyos han hablado de la que supuestamente se orquesta en la nacional. Como también acaso haya que agradecer a Guillermo Galeote, secretario de Imagen y Propaganda del PSOE, que haya mostrado su pedagógica intención de suplir la supuesta incompetencia de los medios españoles a la hora de explicar a la sociedad las razones de los conflictos. Aportación que ha previsto hacer mediante el envío de sus compañeros de ejecutiva a predicar la verdad -entiéndase la bondad y progresismo de la política económica del Gobierno- por todo el reino.

Naturalmente que es obligación del Ejecutivo oponerse a la utilización de la violencia en defensa de reivindicaciones, laborales o de otro tipo, pero cabe preguntar qué ha hecho el Gobierno durante estos años para favorecer el surgimiento de interlocutores sociales representativos. Más bien, sus constantes descalificaciones de la oposición parlamentaria, de la Prensa, de cuantos disienten en el interior o en el exterior del PSOE, están conduciendo a éste a un monólogo ritual en el que viene a concluirse obstinadamente lo siguiente: puesto que yo discurro con razón, el resto del mundo está febrilmente equivocado. Ocho millones de votos garantizan además el éxito de este razonamiento. Lo que cabe preguntarse es para qué.

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