Esto es Hollywood
LA ACADEMIA de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España organizó el pasado lunes en Madrid un espectáculo que tuvo poco que ver con la frecuente buena calidad de los productos que hacen sus asociados. El caso es que una amplia gama de esos nuevos académicos ha sido directamente responsable de lo que presenciaron los asistentes al cine Lope de Vega de Madrid y de lo que sufrieron los espectadores de Televisión Española. Tan grotesco acontecimiento, que al parecer buscaba su modelo en los usos de Hollywood, llegó a tal punto de caricatura que podría haberse creído que asistíamos a una fiesta de fin de curso en un parvulario. Y lo peor es que actuaban con guión y todo.La ausencia del principal premiado, Fernando Fernán-Gómez, que acaparó varios de los principales galardones, es, por contraste, la mayor nota de sensatez y buen gusto que sobresalió del pastiche.
La entrega de la primera edición de los Premios Goya de Cine, instituidos por la recién creada academia, sirvió de nuevo para enfatizar el escaparate de la cultura oficial, sazonado de fondos públicos para lucimiento de las autoridades responsables. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, contribuyó a la compra de las estatuillas de Berrocal con las que los académicos del cine obsequiaron a sus colegas. Sobradas de peso y de mecanismos ocultos, contienen en la misma pieza el busto de Goya, una cámara de cine y otros diversos elementos que se ofrecen para el deleite del ocasional manipulador. Los gestos de fatiga que provocaba la gravidez del trofeo en todo aquel que lo asía preconizaron desde el comienzo el fastidioso carácter que iba a saturar la velada.
La escultura, sin embargo, fue tan sólo un signo. Los chistes fáciles, los tópicos a propósito de cariños recíprocos entre entrañables colegas y, sobre todo, la evidencia de que todos los nominados se encontraban anticipadamente en el ajo de a quién se destinaría el galardón, completaban la vacuidad de la fiesta, para la cual, paradójicamente, TVE, que no retransmitió -¿por razones económicas?- el importante partido de la Copa Davis del fin de semana, despilfarró atención, presupuesto y mal juicio a lo largo de más de dos tediosas horas.
La iniciativa de potenciar la industria del cine favoreciendo la historia y el homenaje de sus protagonistas es encomiable. Pero el mismo respeto a esta actividad y a sus profesionales exige que lo que merecía ser un acto digno no se convirtiera en una vulgaridad.
El cine español, que todavía carece de la debida solidez, ha destacado en los últimos tiempos por su calidad y por su constancia. Eso lo avalarían fácilmente los espectadores. Precisamente por ese esfuerzo de directores, cámaras, guionistas, maquilladores, actores y productores, que han incrementado el prestigio de las películas españolas en el mercado internacional, lo que se contempló el lunes fue, en muchos sentidos, una incoherencia.
Puede que el modelo cinematográfico norteamencano posea un irresistible atractivo, o, incluso, como decía Truffaut, hablar de "cine norteamericano" es hablar con pleonasmo, pero esto no debería hacer caer, por torpes mimetismos, en el mayor de los ridículos. El abuso que de paso se hizo del nombre de Goya y de la presencia real no añade sino signos peyorativos a todo el balance de una noche desperdiciada.
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