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Fuego

Manuel Vicent

Nietzsche habló del eterno retorno, pero de hecho él murió hace muchísimos años y todavía no ha regresado. Existe la teoría de los ciclos. Según ella, todo gira, todo vuelve a empezar de nuevo. En efecto, la primavera ha llegado otra vez, los prunos están en flor y las golondrinas vienen ya de camino desde Marraquech. El celo de los pájaros se repite en las tapias del jardín, y mientras la vida renace uno se mira al espejo y cada día se encuentra más deteriorado. El rito agrario, sin duda, e s bueno para las cebollas o las habas. Los egipcios comprobaron que morían y nacían perennemente al borde del Nilo y de ello extrajeron el mito de la salvación como sustancia religiosa. Aunque a la hora de elegir un dios yo prefiero el fuego, sobre todo en tiempo de fallas.Durante los cambios de estación cualquier pueblo antiguo tiene una cita con el fuego, como trasunto del Sol. Culturas distintas elevan la misma hoguera. Unas se prenden para propiciar a los dioses, otras para realizar un simulacro de purificación y las restantes para ahuyentar a los mosquitos. Alrededor de las fallas valencianas hay una filosofía de fuego y primavera que detesto. Siempre se dice que van a arder en forma de muñeco nuestras pasiones, pero yo veo que los idiotas de carne y hueso permanecen y siempre quedan a salvo. Olvidemos el eterno retorno, ya que ni siquiera Nietzsche ha regresado a casa. Las fallas valencianas no son sino una fiesta que se halla en un callejón sin salida. El propio barroquismo las ha devorado por haber abandonado el primitivo juego de donde nacieron. A veces imagino las fallas como si volvieran al principio, cada una formando un escenario y sobre él el pueblo actuando mezclado con los muñecos de cartón en un conjunto de mimos, saltimbanquis, psicodramas, improvisaciones e inspiraciones momentáneas hasta que, llegado el fuego, éste se convirtiera en un espejo de la vida. Cuando las habas más tiernas vuelven, también el corazón se pone muy dulce. El sexo se inflama y en Valencia toma el nombre de una fruta. La filosofía no va más allá.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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