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CATÁSTROFE EN EL MAR DEL NORTE

El frío mató a muchos de los pasajeros del barco naufragado

Se ha perdido toda esperanza. Los 84 pasajeros del transbordador británico Herald of Free Enterprise -que naufragó en la noche del pasado viernes cerca del puerto belga de Zeebrugge- cuyos cuerpos aún no habían sido rescatados ayer, han fallecido, según las autoridades belgas, habida cuenta, entre otras razones, de la dificultad de sobrevivir durante mucho tiempo en aguas tan frías. A última hora de la tarde de ayer se habían recuperado 51 cadáveres y 408 personas habían sido rescatadas con vida. Los reyes de Bélgica, Balduino y Fabiola, y la primera ministra británica, Margaret Thatcher, viajaron al lugar de la catástrofe. Entre los pasajeros -la mayoría de ellos británicos- no había ningún español, según las informaciones facilitadas.

Los trabajos de rescate fueron prácticamente interrumpidos a última hora de la tarde de ayer, y la actividad empezaba a disminuir en la localidad costera de Zeebrugge, donde socorristas de la Cruz Roja, submarinistas belgas y británicos, buques de las marinas de guerra de Bélgica, Francia y el Reino Unido y barcos pesqueros belgas y holandeses participaron en una gigantesca operación de rescate en el barco, de la compañía armadora Townsend Thoresen.A lo largo de la noche del viernes al sábado se sucedieron las visitas de personalidades a la zona y a los hospitales que acogían a los heridos, comenzando por los reyes de Bélgica, Balduino y Fabiola. La primera ministra británica, Margaret That cher, y el príncipe Andrés, acompañado de su esposa, Sara Ferguson, llegaron ayer por la tarde. Thatcher se declaró "profundamente conmovida por la magnitud de la tragedia" y elogió la labor de todos los equipos de rescate, elmpezando por los belgas.

El buque naufragado era británico y también la casi totalidad de los 543 pasajeros y miembros de la tripulación eran de la misma nacionalidad. Sólo unos cuantos eran belgas, y, a juzgar por las matrículas de los coches almacenados en las cubiertas de vehículos, había también alemanes occidentales, holandeses, polacos, franceses, austriacos, daneses e italianos. Parece, no obstante, casi seguro que ningún español viajaba en el barco.

Entre los ciudadanos británicos, un fuerte contingente eran jóvenes lectores del diario The Sun que aprovecharon una oferta promocional que, por la módica cantidad de una libra (algo menos de 200 pesetas), les permitía hacer la travesía y pasar una jornada en Bélgica. Otros muchos eran militares del Reino Unido destacados en la RFA.

Frío mortífero

El accidente se produjo poco antes de las ocho de la tarde del viernes, cuando el barco acababa de zarpar hacia el puerto británico de Dover y a tan sólo 800 metros del muelle. Si hubiese zozobrado en alta mar, el número de víctimas habría sido mucho mayor.

Aparte de poder recoger a los pasajeros que se habían tirado al agua, los primeros equipos de rescate, que carecían de medios materiales, poco pudieron hacer mientras el transbordador acababa de volcarse sobre el costado, pero sin quedar del todo sumergido gracias a la existencia de un banco de arena. Algunos viajeros que se habían echado por la borda con o sin salvavidas no tuvieron la suerte de ser localizados antes de que a los 15 o 20 minutos la fría temperatura del agua -unos cuatro grados aproximadamente- les ocasionara un paro cardíaco.

Rápidamente acudieron al lugar de la tragedia navíos de guerra y helicópteros con potentes focos y fueron izados numerosos náufragos que permenécían sentados sobre el casco del barco. Unos 60 hombres ranas extrajeron a través de los ojos de buey a otros pasajeros que no habían logrado salir por sus propios medios.

Después de esta primera etapa, los equipos de rescate se adentraron por el interior del transbordador, de 7.951 toneladas de registro bruto, en busca de cadáveres de ahogados o incluso de personas con vida atrapadas en las escasas bolsas de aire. Pero nada más rescatar, pasadas las dos de la madrugada, a tres supervivientes, la subida de la marea hizo que suspendieran su labor. La reanudaron el sábado, ya con la luz del día, cuando un helicóptero Sea King británico, provisto de un complejo sistema de detección infrarrojo, señaló la existencia de focos de calor debajo del casco, pero los nuevos rastreos de los buzos no dieron ningún resultado.

La labor de los submarinistas, y concretamente la utilización de sopletes para perforar el casco, tuvo que ser rodeada de numerosas precauciones a causa del almacenaje a bordo de dos camiones con 61 barriles de un producto químico con cianuro y altamente tóxico e inflamable y de otros 50 barriles con otra sustancía peligrosa. Según la cadena de televisión francesa Antenne 2 se produjo un escape en alguno de los barriles.

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