No es tiempo de chistes
Cientos de miles de cristianos, apiñados en apenas 2.000 kilómetros cuadrados, entre Beirut y Biblos, siguen expectantes el proceso sirio de pacificación en el lado musulmán de la capital libanesa. La mayoría recuerda con nostalgia aquellos tiempos en que los libaneses iban a Siria a cazar y comprar artesanía en el zoco Hamedié, mientras los sirios, mucho más pobres, se abastecían en Líbano de frutas, verduras, legumbres, coches, trajes, cigarrillos, alcoholes, radios, televisores y muchas otras cosas. Ni unos ni otros necesitaban entonces, ni necesitan hoy, pasaportes para cruzar la frontera.Eran los tiempos en que sirio era sinónimo de torpe para- las ilustradas y viajeras burguesías y clases medias libanesas. Cuando se contaban aquellos chistes sobre los habitantes de la ciudad siria de Homs.
"¿Sabes cómo se cepilla los dientes la gente de Homs?". Y el que contaba el chiste mantenía el dedo rígido frente a la boca y agitaba la cabeza de arriba abajo.
O aquel otro del libanés que en la frontera pregunta a un policía sino si puede comprobar el buen funcionamiento de los intermitentes de su coche. "Sí, no; sí, no; sí, no...", respondía el guardia.
Con 25.000 soldados en territorio libanés y una década de astutas jugadas políticas, nadie puede tomarse ahora en broma a Hafez el Asad.
El periodista francés Jean Larteguy dice en su libro Líbano, ocho días para morir que la política de Hafez el Asad no puede entenderse si no se reflexiona sobre su "doble personalidad". Asad es el enemigo oficial del sionismo, el aliado de todas las facciones progresistas libanesas, el protegido de los soviéticos, el promotor de la gran Siria, el sucesor de Gamal Abdel Naser", y también el alauí cuyo padre, hablando en nombre de la secta, rehusaba ser sirio; prefería juntarse con los libaneses maronitas".
La doctrina alauí es una síntesis muy compleja de elementos musulmanes, cristianos, judíos y paganos. Sus seguidores creen en un Dios único que se ha encarnado siete veces en trinidades de seres humanos. Al islam ortodoxo, suní, le escandaliza que beban vino en sus ceremonias y que practiquen un cierto panteísmo, reverenciando colinas, árboles y fuentes.
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