Paradoja española
UNA COMPAÑIA dirigida por PRISA, sociedad editora de EL PAÍS, está presente, junto al grupo editorial Hachette y un importante conjunto de diarios nacionales y provinciales franceses, entre los que se encuentra el propio Le Monde, en la oferta para obtener la explotación del Canal 1 de la televisión francesa, ahora estatal, y que va a ser privatizado. El porcentaje con que contribuirá el grupo dirigido por EL PAÍS -en el que también está la SER y al que se unirá probablemente un número considerable de diarios provinciales españoles- será casi simbólico (en torno al 1 % del capital).Y es simbólico de veras en cuanto representa nuestra voluntad de concurrir a la pluralidad de medios audiovisuales y de contribuir a hacer desaparecer los monopolios televisivos de este país y de otros europeos. Con Hachette, que es el principal grupo editorial francés y el segundo de Europa por su volumen de negocios, nuestro diario y sus socios figuran en la mencionada candidatura acompañados de la cadena brasileña O'Globo, el semanario portugués Espresso y las productoras británicas Thames y Granada Television, entre otros medios europeos y americanos. El Canal 5 de la televisión francesa acaba de ser entregado a un consorcio formado por el grupo Hersant (propietario de Le Figaro) y Berlusconi (rey de la televisión privada en Italia y hasta ahora socio privilegiado de los Gobiernos socialistas europeos). No cabe ya ninguna duda de que el futuro de la Prensa escrita pasa por su capacidad para ser competitiva también en el terreno audiovisual y su voluntad de ejercer el derecho a la libre expresión en el uso de las nuevas tecnologías. No nos engañarnos: sabemos los problemas complejos que este nuevo paso representa y la necesidad de dar respuestas inteligentes -y solventes- a un desafío de este género. Pero la única solución inadmisible es el silencio, roto precisamente ayer por el anuncio de Felipe González de enviar en Marzo una ley sobre el particular, o el abandono en manos del Estado de los más poderosos medios de comunicación social, que se convierten así en sistemas de represión dirigismo y manipulación. Nos satisface por lo demás la calidad y número de los colegas franceses que nos han honrado invitándonos a acompañarles en esta experiencia. Y ni siquiera nos sorprende la paradoja: las reticencias de los sucesivos Gobiernos democráticos españoles, remisos hasta la paranoia a la concesión de televisiones privadas, hacen que EL PAÍS y otros medios de difusión españoles sean hoy candidatos efectivos a participar en un canal extranjero de televisión, pero no puedan ejercer ese derecho en su propio país.
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