José María Maravall: "La protesta estudiantil solo ha provocado la acelración del programa educativo del Gobierno"
ESTEBAN S. BARCIA Pregunta. Cuando terminó la primera legislatura socialista, usted figuraba, según todas las encuestas, entre los miembros del Gobierno con mayor aceptación popular. ¿Cómo ha encajado la situación en que le han colocado los estudiantes, cómo se ha sentido durante todas estas semanas, con esos miles de jóvenes coreando todos los días su nombre pidiendo a voces su dimisión?
Respuesta. Yo no he actuado nunca en política ni creo que mi responsabilidad consista en figurar en la lista de los cuarenta principales. Soy un ministro socialista de un Gobierno socialista, sin más, y, por el contrario, tengo plena conciencia de que gobernar no es recorrer un camino de rosas y que mi responsabilidad consiste en ejecutar la política educativa del Gobierno.
P. Pero ¿cómo se ha sentido cuando los jóvenes se manifestaban un día sí y otro también ante su despacho?
R. Desde 1983 hemos emprendido un proceso de reformas que ha suscitado reacciones de signo diverso. La educación no es nunca un terreno fácil cuando se pretende modernizarla; aumentar la democratización en la escuela, luchar contra las desigualdades educativas no es nunca un camino fácil. De todos modos, hay que diferenciar entre las manifestaciones y el movimiento estudiantil en su conjunto.
Desarrollar la Constitución
P. ¿No cree, sin embargo, que su imagen personal de ser uno de los miembros del primer Gobierno socialista más coherente con el programa de su partido se debe fundamentalmente a la oposición de los sectores más conservadores de la enseñanza con motivo del prolongado debate sobre la ley orgánica del Derecho a la Educación (LODE)?
R. Esa imagen no constituye una preocupación principal para mí. Lo que sí constituía una preocupación fundamental para mí en la primera legislatura era desarrollar la Constitución en materia educativa y desarrollarla en un sentido progresista, en un sentido igualitario y democrático. Eso produjo reacciones en algunos sectores para los que la propia Constitución, al regular la educación, ya constituía una materia difícilmente aceptable. En lo que se refiere a la comparación entre aquellos conflictos y el actual, hay una diferencia de fondo. Aquel conflicto consistía en la oposición a una ley que constitucionalizaba la enseñanza y, por tanto, era una contraposición muy frontal a la política educativa del Gobierno socialista. Por el contrario, en este caso de lo que se ha tratado es de pedir mucho más y mucho más velozmente de lo que ya se había emprendido.
P. De todos modos, ¿no tiene la impresión de haber gastado quizá demasiadas energías en responder a aquella oposición que encontró la LODE, una ley que, para algunos, lo que ha venido a suponer es la consagración de la financiación estatal de la enseñanza privada?
R. Durante 10 años se habían multiplicado las subvenciones a la enseñanza privada sin ninguna ley, y la Constitución vino a ordenar que esa financiación debería hacerse en el marco de una ley, que es la LODE. Por tanto, ése era uno de los objetivos de la LODE, pero en modo alguno el único.
P. ¿No teme haber caído en la tentación de cierto populismo, presentando su programa de medidas como una casi lógica respuesta a las movilizaciones, llegando incluso a justificar como un canal de participación política la movilización en la calle?
R. Sí; pero el programa no es una respuesta a unas movilizaciones sin más. Es una respuesta a unas reivindicaciones que existían en los centros. No es una respuesta a cuatro, cinco, siete manifestaciones; es una respuesta a más de dos millones de alumnos que planteaban demandas, que planteaban reivindicaciones. Ése es el carácter del programa de medidas que hemos propuesto a los estudiantes.
P. Ese programa de medidas comporta incrementos sustantivos en los presupuestos. ¿No teme que la oposición política reproche al Gobierno su aceptación de modificar los presupuestos en respuesta a la algarada callejera, y no a través del juego de las instituciones democráticas?
R. El programa no es una respuesta a la algarada callejera, a las manifestaciones. Todo Gobierno democrático debe ser sensible a los movimientos sociales. Una sensibilidad que varía de acuerdo con un orden de valores. Hay movimientos sociales más legítimos que otros, según un determinado punto de vista político e ideológico. Para mí, son muy distintas unas reivindicaciones de carácter gremialista, corporativista, que no tienen en cuenta intereses de carácter general, de lo que son las reivindicaciones de lo que yo he llamado la puesta de largo de la primera generación de la democracia, de unos jóvenes que desde que tienen uso de razón han vivido en democracia y cuyo primer conflicto político ha sido éste. Y creo que esto era de gran importancia para la sociedad española, porque se trataba de más de dos millones de jóvenes de los cuales se ha dicho tantas veces que forman parte de una juventud alienada y pasota. Esos millones de jóvenes deberían tener la confianza, al final del conflicto, de que las instituciones políticas, las instituciones de la democracia son sus instituciones. Era necesario que tuvieran la confianza en que un Gobierno democrático, independientemente de su color político, sabe ser sensible y receptivo a sus problemas. Por tanto, la salida positiva al conflicto me parece que es buena desde todos los puntos de vista, no sólo para los estudiantes, que lo es, sino también para la sociedad española en su conjunto.
P. De todos modos, la acusación está ahí. Se dice que el Gobierno responde a las movilizaciones de la calle, pero no a los planteamientos que se puedan hacer por los cauces institucionales de la democracia.
R. A juzgar por lo que ahora dicen algunos sectores de la derecha, de la derecha antigua o la nueva, que se escandalizan de la respuesta, parece como si la alternativa ante el conflicto fuera doble: o la arrogancia, la prepotencia y la indiferencia, o la claudicación. Lo importante era buscar una salida que, manteniendo el norte de la política educativa, diera al mismo tiempo satisfacción a las demandas legítimas de los estudiantes, y subrayo legítimas. ¿Significa una aceleración del programa del Gobierno? Naturalmente. Entiendo que un Gobierno progresista es el único que podía dar ese tipo de respuesta.
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