Famoso mayo

En relación a la carta Vuestro famoso mayo, de Meritxell Aragonés (El PAÍS, 10 de febrero de 1.987).Querida Meritxell: lamento que burdos artículos sin la más mínima seriedad y razón, de los que, desgraciadamente, parecen tener en este país la cultura en sus manos, te produzcan resentimiento contra una generación que se diferencia muy poco de la tuya: la de los sesenta. Los que seriamente intentaron cambiar férreas estructuras caducas que persisten, a pesar de ser incapaces de resolver los problemas de los hombres, no miran por encima del hombro a los actuales jóvenes que luchan por los mismos objetivos y con la misma ilusión que los de antaño. Yo soy latinoamericana, y los estudiantes de enseñanza media y universitaria de mi país vivieron también lo suyo para conseguir logros (que te aseguro no se obtuvieron poniendo carteles del Ché y escuchando a los Beatles solamente) que luego un fatal fascismo aplastó violentamente, y por los que hoy la juventud (a quien no se me ocurriría despreciar), junto con el resto del pueblo de todas las edades y sexo, sigue luchando. Pero no me dirijo a ti como latinoamericana, tampoco como una nostálgica de los sesenta que te quiere contar su batallita, y menos como un desecho de esa década -es decir, sin prepotencia, pero tampoco vergüenza-, sino como una persona que, como tú, participa en la dura faena de intentar cambiar el mundo, al margen de los que se ataquen de la risa, y que apoya y respeta a la juventud actual.

¿Para qué agrandar más la llamada barrera generacional? ¿No te parece, Meritxell, que hay más razones para ir unidas que separadas? Y, Meritxell, nuestra historia no empezó en los ochenta; tampoco en los seserita. Un abrazo.-