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Reportaje:

Haití, lo importante es comer

El hambre y la miseria ensombrecen el proceso de democratización

La lucha cotidiana del pueblo haitiano por la supervivencia plantea la duda de si será posible aplicar con garantías en el país caribeño el calendario electoral que ha fijado el Consejo Nacional de Gobierno (CNG). El desinterés popular por los trabajos de la Asamblea Constituyente y la falta de capacidad de convocatoria de los dirigentes, de cualquier tendencia, hacen difícil aventurar hipótesis sobre el futuro político de Haití, acuciado por los problemas más inmediatos y palpables del hambre y la miseria.

A la hora de hacer balance del año transcurrido desde la caída del dictador Jean-Claude Duvalier, casi todos coinciden en sus críticas al CNG, que preside el teniente general Henri Namphy. Por doquier en Puerto Príncipe se habla de que el macutismo, el espíritu y las personas afines al antiguo régimen, continúa enquistado en el aparato de poder, especialmente en el Ejército. La frase más frecuente es: "Aquí no ha cambiado nada".Una carta pastoral de los obispos dice que "el cambio que todo el pueblo haitiano espera no es un simple cambio de personas, sino un cambio de mentalidad y de sistema". Los obispos preguntan: "¿Qué se ha hecho para promover el desarrollo económico y social del país?", "¿el sistema económico vigente hace avanzar o recular al país?", "¿qué pasa con los derechos humanos?", y "¿en qué medida el pueblo se ha beneficiado del mero cambio de responsables políticos?".

Reconocen los prelados que "el pueblo ha recuperado el derecho a la palabra y habla, pero ¿quién se toma la molestia de escuchar? ¿Quién se hace cargo de sus justas y legítimas reivindicaciones?". Y concluyen: "Si tenemos en cuenta las promesas y los resultados, el balance se salda con un pesado déficit. La situación se ha degradado y se degrada en todos los niveles, económico, social y político".

Algunos observadores diplomáticos advierten que "durante la fase inicial de euforia por la caída del dictador, Namphy trató de seguir una línea nacionalista, que duró hasta mediados del año pasado. El 9 de junio anunció un calendario a base de elección parcial de los miembros de una Asamblea Constituyente, elaboración de una Constitución, referéndum constitucional, elecciones legislativas y presidenciales en noviembre de este año y toma de posesión de un nuevo presidente el 7 de febrero de 1988.

Calendario incumplido

Las elecciones a la constituyente, el pasado 19 de octubre, sólo llevaron a las urnas a un 5% de la población con derecho a voto. La designación por el CNG de un tercio de los parlamentarios y los temores de los políticos a quemarse crearon un vacío en torno a la Constitución.La Asamblea no ha podido cumplir el calendario. El referéndum previsto para el pasado sábado ha quedado aplazado hasta marzo.

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Los constituyentes están haciendo un buen trabajo y han desarrollado una independencia que pocos esperaban. El proyecto del CNG ha quedado modificado sustancialmente, pero esto no basta a los políticos de izquierda, que no cesan de repetir: "Hemos tenido las más bellas constituciones, la de Duvalier también era perfecta, pero luego no valían para nada, porque no se cumplían. Las palabras no nos interesan. Queremos hechos". Y añaden que no podrá haber elecciones libres y limpias bajo el mandato del CNG. Temen que el actual Gobierno provisional utilice sus recursos, la falta de infraestructura adecuada y la carencia de experiencia democrática del pueblo para entregar el poder a alguno de los candidatos presidenciales, que no haría sino proseguir el llamado macutismo, un duvalierismo sin Duvalier.

La izquierda evita pronunciarse sobre su participación o no en las elecciones. Los comunistas no excluyen la posibilídad de presentarse para difundir su mensaje y retirarse a última hora para quitar legitimídad al proceso. Los únicos que parecen creer en la vía electoral son un sinfin de candidatos de toda laya que se consideran predestinados para llegar a la presidencia. Esta confusión, la falta de tradición democrática, el analfabetismo y la necesidad de ocuparse de problemas tan inmediatos como asegurar la supervivencia cotidiana hacen que el pueblo haitiano camine indiferente ante esa superestructura política que se ha formado tras la marcha del dictador.

La situación económica de Haití, que vive en la miseria, obliga a preguntarse si será posible implantar un modelo económico capaz de servir de soporte mínimo al calendario democratizador fijado por el actual Gobierno.

El libre juego de las fuerzas políticas y el ejercicio de las libertades civiles es un logro importante. Sin embargo, la miseria y el hambre de casi todo un pueblo, al lado de la escandalosa riqueza de unos pocos, obligan a poner en duda la viabilidad del proyecto democrático del Gobierno.

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