Ha nacido una estrella
F. J., A sus 35 años, Antonio Hernández Mancha ha pasado, en pocos meses, de ser prácticamente un desconocido en la calle a convertirse en la figura política de moda, venciendo holgadamente al veterano Miguel Herrero de Miñón no sólo en el congreso del partido, sino también en los índices de popularidad auspiciados por los medios informativos y las empresas de sondeos. "Soy el primer sorprendido por el éxito", declara modestamente Hernández Mancha, quien admite con candidez desconocer a los políticos "de la corte", a los empresarios y banqueros, a las personalidades internacionales. Asegura que se desplaza por Madrid en autobús, y que él, su mujer y sus dos hijos viven "de sobra" con las 300.000 pesetas mensuales que constituyen su sueldo en el Parlamento andaluz. Su asignatura pendiente, confiesa, es ir a América, y cuando su adversario Herrero acudió, hace casi un mes, a ver al Papa, dijo a cuantos quisieron oírle que "eso de ver al Papa tiene que ser una cosa que da mucho corte, ¿no?".
Orgulloso de su 'tirón'
Sin embargo, cuando se profundiza en la conversación con él: desaparecen algunos giros excesivamente coloquiales y se descubre un hombre de cultura más que media, inquieto por lo que ocurre en su entorno y orgulloso del indudable tirón que su presencia despierta en algunas capas populares de la sociedad. También desaparece bastante de su espontaneidad para dar paso, en su interlocutor, a algunas íncógnitas: por ejemplo, quién se encuentra tras su fulminante lanzamiento al estrellato político desde las relativamente olvidadas provincias andaluzas. ¿Es Hernández Mancha, simplemente, un peón de Abel Matutes, de Marcelino Oreja o de cualquier otro? ¿Será la ficha a quien se reemplaza fácilmente de la cabecera de cartel en las elecciones legislativas de 1990 y, mientras tanto, se le envía al matadero en las próximas elecciones municipales y autonómicas? Sus partidarios en Andalucía, entre los que figuran varios abogados del Estado, compañeros de cuerpo, rechazan estas "malintencionadas" interpretaciones. Los hombres de Herrero, tal vez algo malévolamente, las abonan.
Tras su barniz populista, Antonio Hernández Mancha está orgulloso de su formación jurídica -en no pocas ocasiones desliza en la conversación frases en latín tomadas del derecho romano- y también de la tradición familiar en el mundo de las leyes: su padre, presidente del Tribunal Central de Trabajo, y también, aunque secretamente, su tío Antonio Hernández Gil, presidente del Consejo General del Poder Judicial, parecen admirar a la nueva estrella de la casa.
Hernández Mancha es uno de los pocos asistentes al congreso que puede blasonar de haber estado en AP desde el comienzo, aunque siempre en ámbitos regionales; se afilió tras conecer a Fraga a través de uno de sus hijos, opositor, como él mismo, a la abogacía del Estado. Entonces nació un sentimiento de admiración que ayer le llevó, sorprendentemente, a la sucesión.
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