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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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Los hijos de la tortuga

Manuel Rivas

Esos fuegos fatuos, este despliegue de lucería, ¿es en nuestro honor o a nuestra costa? En el gran desfile, apenas tenemos héroes y lisiados que ofrecer y no debemos esperar, pues, grandes cotas de felicidad. Nosotros somos los que ponemos cara de póquer. Estamos en el centro del laberinto, rodeados de grandes espejos. Bailamos vertiginosamente como derviches en una vídeo-instalación que reproduce, retardados, nuestros giros. Podemos contemplarnos congelados o frenéticos. Somos mónadas. Quizá burbujas. Puro efecto. Se nos ha dicho: sois guapos, cuidad esos músculos. Se nos ha dicho: se han acabado las grandes verdades, ya no hay ideal fuera de vosotros mismos. Gestionad vuestro peso. Poned cara de póquer. Incorporaos al gran museo y os dejaremos danzar rodeados de espejos. Coloread vuestros cabellos con la purpurina de los dioses paganos. Vestid con la bella fealdad de las gárgolas barrocas. Esculpid vuestros cuerpos con cincel renacentista. Pero no ser obscenos, es decir, no ser antiguos: no invoquéis la esperanza.A los otros, no los veo. Deben estar a unos dos kilómetros, pues la cola de vehículos serpentea desde las afueras. Un camionero baja de un salto de la cabina, ojea el caótico horizonte, se encoge de hombros y enciende un pitillo, negro, naturalmente. Delante de mí hay un coche de matrícula asturiana, ocupado por una pareja de edad. La mujer baja el asiento y se recuesta. El hombre pasea hasta mi ventanilla. Me sonríe.

-Son estudiantes. Se irán a la hora de comer.

Me sorprende tanta placidez, tanta calma. Los conductores forman pequeñas tertulias y charlan animadamente. Quizá todo se deba a la química benefactora de este sol de invierno. Quizá han pasado efectivamente algunos años y nadie se siente tan estúpido como para gritar "a trabajar, cabrones".

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Hay otro tipo de mi edad arrebujado como yo en su carro. Escuchamos música. Cuando la cola comienza a desperezar somos los primeros en saltar como resortes. Llevamos prisa. Estamos corriendo. Los estudiantes vuelven en sentido contrario, formando alegres pandillas que saludan con la mano, satisfechos del trabajo bien hecho, pues las aguerridas fuerzas del orden no consiguieron afrontar la contingencia de un ataque en las afueras. Los muchachos calzan tenis, visten pantalón ceñido y cazadora holgada. Han transgredido la reserva sin complejos y ahora hacen dedo para regresar. Camino de algún lado, he tenido la oportunidad de acordarme de mí. De nosotros.

Un amigo tiene una tienda de bonsais. A mí me sobrecogen los árboles enanos pero no deben ser mal negocio. "Puedo vivir como un burgués pero no pienso como un burgués". Él montó el primer pub de la ciudad, el Dylan's, y entonces había sido una aventura. Los vecinos decían que apestaba a droga y que fornicábamos a media luz. Yo me acostaba con Nico, la chica de Terry y de la Velvet Underground. La policía no encontraba nada pero lo cerraba de cuando en cuando. Un día los fachas pegaron unos tiros contra la fachada. Nos hemos criado en medio de equívocos: en una ocasión me abroncaron en la mili por escuchar a Jethro Tull; era en Donosti y les pareció música subversiva, "música vasca". Por cierto, allí había mulas y hacíamos imaginarias en las cuadras con la instrucción de que no se acostasen. Nunca comprendí por qué las mulas no podían dormir convencionalmente, ¿Alguien me lo podría explicar? Cada soldado tenía asignado un animal y cuando se pasaba revista debía decir en alta voz su nombre, el de la mula, claro. Una de ellas se llamaba la Terremoto. Pero eso es otra historia. Estábamos en que mi amigo fue pionero de esos pequeños templos de la modernidad y ahora comercia bonsais. Hace poco volvió A., otro viejo conocido, tostado en el sueño de una comuna sureña, y le reprochó con fiereza su, nuestro, acomodamiento. Se emborrachó. Recorrió vertiginosamente la noche cojeando. Y no volvimos a saber de él. A A. siempre le estaré agradecido, aunque sólo sea porque me descubrió a Pessoa hace ya 15 años en una acampada en las playas del Oeste. Fernando Pessoa tuvo cuatro heterónimos. ¿Cuántos papeles aprendimos a representar bajo nuestra piel?

ÁRBOLES ENANOS

A mí también me hacen sudar los árboles enanos. Nunca me atrevería a colocar en la habitación un manzano de 29 años. Los viejos campesinos de mi tribu procuran un manzano para suicidarse, y aparecen allí colgados, al amanecer, como aves viejas que no pudieron emigrar. Hace unos días, S. M. se tiró al tren. Era relativamente joven y no era campesino sino actor. Puede uno entender esa forma de adelantarse victoriosamente a la fatalidad pero resulta más crudo que el protagonista sea precisamente un actor. ¿Por qué no hubo un papel, un heterónimo, que se le resistiese? E. L. se extinguió como una vela sobre un lienzo hospitalario. El virus lo fue consumiendo sin piedad. Tenía 24 años, no los suficientes para que lo enterrasen con protocolo pero era un gran poeta. "Cuando el río vio pasar de largo a aquel que volvía indeciso del viaje, entendió las palabras del que dijo: la deuda de los años fue perderte".

No hay identidad sino identidades y debíamos ser los primeros interesados en no definirnos. Allá los cartesianos con su inútil geometría. Además, es pornográfico y hasta detestable reivindicar una edad como virtud. Jóvenes al Parlamento, la chispa de la vida, ¿te dejan ya? Se nos ha dicho: la cultura de vuestro tiempo es frívola, desenfadada, ecléctica. Ya no hay ideal. Poned cara de póquer. Girad y girad rodeados de espejos y pantallas. El universo es un gran perfomance con despliegue de efectos, tales son el hambre etíope, el SDI y la guerra del Golfo. A veces nos preguntamos: ¿queda algo por caerse en Beirut? Se nos ha dicho: tranquilos, apostad por vosotros. Afeitémonos para arriba. Conectaron en directo el satélite y Joseph Beuys, en Colonia, se limitó a afeitarse sobre el escenario. Si nos obligan a definirnos, hagámoslo, pues, con ironía. Adelante, David Leavitt. Saben que sabemos. Juguemos a este juego. Ante todo, seamos estetas. Apartemos de nuestra vista los conceptos, las ideas redentoras. Así, así. Mirad esas revistas subvencionadas, qué maravilla de impresión, qué regalo para los ojos. Ya no hay que mearse en la fachada de la Academia. Y va L. P., 28 años de poeta, paseando las secuelas de la colza bajo los alisos de la reserva, y escupe copos de nieve azul. "Esta noche industrial definitiva de agujas líquidas en fiero ataque unánime clavando su acústica blindada en este insomnio Ilegal lleno de etcéteras".

Un día trajeron a la factoría de imágenes a un yuppie que era yuppie. Tenía veintitantos años, vestía con arrugas, llevaba un maletín de metacrilato y conducía una empresa de telemática. No se explicó si esnifaba. Nadie lo creyó lo de yuppie, porque no era guapo, aunque de dentadura estaba bien. Y de labia, también. Se le llenaba la boca con Europa. Lo recordaba también una joven amiga: "Lo que más me impresiona de Ginebra es lo limpio que está todo". Los intelectuales españoles de escalafón cuando se reúnen para hablar de su Europa no incluyen un apartado sobre higiene y es una pena. Hemos traído a las cárceles de Europa a ocho musulmanes melillenses y no le ha caído el rostro a nadie de vergüenza. Vosotros poned cara de póquer. Los jóvenes iraníes están muy lejos, matándose camino de Basora con unas llaves de plástico en el bolsillo, fabricadas en Taiwan, que les abrirán las puertas del paraíso. Puro efecto.

Giramos como derviches en la vídeoinstalación. Hemos sido buenos chicos. Que nadie se queje. N. es el batería de un grupo heavy. Le gusta desayunar zumo de naranja, cacao y galletas. Por

lo demás, no dice una palabra. Su madre comenta satisfecha: "¿No es encantador?"-. El cantante trabaja frenético durante el día, le acabará yendo bien en los negocios, ensaya a media tarde en el sótano y por la noche sale a los pequeños templos a lucir las tachuelas sobre el cuero negro. No rompe un vaso. Y si lo rompe, ¿qué cuesta un vaso? Los templos están abarrotados, el ruido es ensordecedor y se paga caro por beber incómodo. Nadie entra en un templo vacío porque hay que dejarse ver. S. C. era un dirigente troskista, llegó a trabajar de metalúrgico, y ahora es sumiso funcionario asesor. Todos te dicen: ¿ves? ¿Y qué me cuentas del "empresario de la movida"? Fue cantante protesta y el pasado le saca de quicio. Además, ya no sabe hablar la lengua del país. La gente se horrorizaría si alguien pusiese un petardo en el Pórtico de la Gloria pero anda una lengua, un universo, con una bomba de relojería en el pecho y no pasa casi nada. Qué oportunidad pierden de ser diferentes. C. L. era insorportablemente irreflexivo y ahora es un reflexivo insoportable. Por continuar la delación, ¿qué no decir de uno mismo? Me ha vuelto a gustar el fútbol,

LA LUZ DEL OCASO

Escribimos con los Ojos. Narramos el instante, con la luz del ocaso. Escribimos en polaroid. Fragmento de novela, capítulo Paseo por el amor, de S. de T.: "No me importaba que lo hicieras, pero con esa mona. ¡Hostia, es que no lo entiendo! No me digas que no es una mona, si lo único que quería ése era acostarse contigo. Si es un cara, joder, si es un cara. No sé, por lo menos pudiste decírmelo, ¿no? ¿Qué me iba a importar? Yo tampoco te vengo contando mis rollos. Lo que me jode es que lo hicieses con ese tipo. Me entran unas ganas de hostiarlo. Hombre, por favor, no me digas que ese tipo te quiere, si lo único que quería era llevarte a la cama. Era para matarlo. ¡Por favor, no digas eso!, ¡que no te haga caso! Si sabes de sobras que te quiero, lo sabes de sobras. Nunca te creí capaz de algo así, no lo entiendo. Hostia, me pudiste hablar, decir algo, no lo entiendo. ¿Cómo que no? Sí me lo dijeses lo hablaríamos y, no sé, digo yo que esas cosas se pueden hablar. Hombre, por favor, cuando lo de Rosa fue por no fastidiarte, además fue un rollo sin importancia, si no te lo diría, hostia, joder. Perdona, joder, perdona. Vale, vale, pero si no te lo pregunto yo, tú nada. Ya me lo estaba oliendo, si estaba claro. Es que soy tonto, lo debe saber todo quisque. No, lo dices tú. A estas horas lo sabe todo quisque. Y yo, de parvo. De eso nada, cuando lo de Rosa no se lo dije a nadie. Además, es completamente distinto; aquello fue un rollo entre amigos y esto, no me jodas. Concha, por favor, sabes perfectamente que casi nunca tengo tiempo. Pues, de puta madre; yo, en una reunión chollando, y tú con otro; de puta madre, oyes; te digo que de puta madre. Para cagarse de risa. Hostia, si sabes que te quiero, lo sabes bien. Además, que si me dejas, joder, no sé, es que es la hostia. Si no lloro, joder, no lloro. Venga, déjame estar. Ya está, joder. No te pongas tú ahora a llorar. Hombre, lo que faltaba, los dos llorones. Parecemos tontos".

Los otros, los enanos, vienen montando bronca. Nosotros vamos motorizados y corriendo. Se nos ha dicho: sois pragmáticos. O sea: tenéis un precio, estáis en venta. Nos estamos buscando la vida lo mejor posible, pero hemos vivido lo suficiente como para ser portadores de una nostalgia que nos impedirá traicionarnos del todo. Hemos jugado el juego, hemos disfrutado con los fuegos de artificio, pero tenemos la garganta reseca. Camino de los treinta, hay una frontera que se vive como una primera vejez. Veo de nuevo Rumble fish, de Francis Ford Coppola, y me quedo varado en la butaca.

-Ha vuelto muy viejo.

-Sí, como si tuviese 25 años.

Algo así dicen los dos muchachos sobre el chico de la moto. Hemos vuelto algo viejos, hipnotizados por los peces de colores. Hay un momento en que uno atraviesa lo que Conrad llamó "línea de sombra". Cruzamos el vado, dejamos de bailar y en la vídeo-instalación aparece nieve y un mendrugo de pan. Nos hemos despojado de la utopía pero la añoramos. No está en el Oeste ni en el Este. Está atrás y adelante, en la tradición que no traiciona y en los corazones que aúllan en las nieves (del futuro. El futuro es como un escolar aterecido a la orilla de la carretera con un pesado esqueleto bajo el brazo. 0 acaso, la joven preñada, con calcetines rojos, que conduce una vaca. Ojalá tuviésemos algo que decirle. A. B., el filósofo, ha escrito su primer libro, En favor de la esperanza, en la trastienda del ultramarinos paterno. "No es verdad que Dios muriera y que a nadie le importe. Aún no es cierto".

UNA GENERACIÓN 'BONSAI'

Estoy ante el escaparate de los árboles bonsai y se refleja mi rostro entre las ramas de esas criaturas constreñidas como trofeo jíbaro o pies de mujer china. Son bonitos objetos, son terribles signos. ¿Será cierto? Cultura bonsai, pensamiento bonsai. ¿Será la nuestra una generación bonsai? Me atemorizan esos frutales de veintitantos años, reducidos al tamaño de una lámpara de mesa, mimados en los áticos de la ciudad, mientras sus hermanos libres, el arte bruto, arden por los cuatro costados. Dice el Manifiesto Mohicano: "Castrada fue la raíz del puerco bravo. Se derramó la canción nupcial de los urogallos. Buitres, con apariencia paternal aún disputan los últimos restos del festín. Todo cayó en manos de la nada". Cuando aprieta la sed, mercaderes sin escrúpulos reparten alcoholes y pólvora mojada en la reserva. Pero no pasa nada. Poned cara de póquer. Sed complacientes. ¿Os da risa? ¿Os angustia? No importa con tal de que simuléis. Sois seductores. ¿Lo sabíais?

Han preparado en nuestro honor este deslumbrante y cómico artificio, quizá porque desconfían. Hemos estado en contacto con los conceptos, con el sentido de las cosas, con las palabras sagradas. Zorro Sutil., el hurón, es nuestro enemigo. Uncas, el último de los mohicanos, atraviesa la línea de sombra y aparece ante los delawares con nostalgia de futuro. "Venid, descenderemos por el río hasta el mar y recuperaremos lo que nos pertenece. Esta es, hermanos, nuestra creencia, lo que pensamos los hijos de la tortuga. Nuestros ojos no dejan de mirar el sol que sale por el horizonte, pero no se levantan para ver el que se, pone en el crepúsculo. Sabemos de dónde procede, pero ignoramos a dónde va".

Se nos ha dicho: sed como bonsais. Crezcamos.

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