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El viaje a ninguna parte

El Atlético de Madrid -es decir, la confusa asamblea de poderes dificilmente clasificables que adopta decisiones en nombre de esta antigua sociedad- ha llegado a la conclusión de que Luis Aragonés Suárez es el entrenador ideal para el equipo. Luis Aragonés Suárez era el entrenador del equipo a principio de temporada y lo había sido en temporadas anteriores, pero abandonó por culpa de una depresión.

Luis es, sin ninguna duda razonable, un buen entrenador, pero tiene un problema: es un hombre depresivo. A pesar de eso, el Atlético de Madrid -o la confusa asamblea de poderes dificilmente clasificables que adopta decisiones en nombre de esta antigua sociedad- ha decidido que su presencia es imprescindible para el equipo rojiblanco.

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Desde que Luis sufrió su última depresión, lo que ocurrió en el pasado mes de julio, el Atlético ha confiado sucesivamente la conducción de su primer equipo de fútbol, bandera y soporte económico de la sociedad, a un profesional acreditado, Vicente Miera, y a un hombre de la casa, Jesús Martínez Jayo. Ambos han trabajado bajo una misma presión: la que ejercía sobre ellos la ausencia de Luis. Hay tanta gente en el Atlético convencida de que Luis lo haría mejor que su sombra convierte a cualquier sustituto en sospechoso de incompetencia. Así que quien quiera que ocupe el banquillo de Luis, llámese Vicente, Jesús o Ladislao, sentirá sobre sus espaldas la presión de El Ausente y será víctima de todo tipo de maniobras, incapaz de prevenirlas y no estando en condiciones de soportarlas.

Lo realmente grave para el Atlético es su dependencia extrema de un hombre psiquicamente inestable como Luis. Y ello es más grave si se tiene en cuenta lo muy dispuesto que estuvo hace menos de un año a abandonar al club del Manzanares para fichar por el Real Madrid. Esa dependencia ahonda la distancia entre el Atlético y su poderoso vecino, el Madrid, que tiene en Luis Molowny todo lo contrario: un hombre válido para arreglar los problemas cuando aparecen y capaz de retirarse al más discreto de los segundos planos cuando hace falta. La diferencia es que en el seno del Atlético parece existir un grupo de presión que no puede subsistir sin Luis y que rechaza como cuerpo extraño a cualquier sustituto.

Cuanto más tiempo pasa mayor es el bache que separa a los dos grandes clubes madrileños. Y la pregunta es qué hubie ra hecho ese grupo de presión que tanto influye en el Atlético si Luis hubiera fichado hace un año, como pretendió, por el Madrid.

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